Adicción a Internet
Libros,  Minimalismo,  Tech

El scroll sin sentido

Estuve leyendo los libros Minimalismo Digital de Cal Newport y Diez Razones Para Borrar tus Redes Sociales de Jaron Lanier y las conclusiones no podrían ser menos festivas y más preocupantes: estamos inmersos en la adicción a Internet y a las redes sociales (la idiotez digital) tanto como un junkie de Kensignton lo está a los opioides.

Este post no es una reseña de esos libros. Eso lo haré de forma más detallada en un próximo artículo. El objetivo de esta entrada es informar sobre una patología del comportamiento relativamente nueva llamada Doomscrolling.

Adicción a Internet

El término doomscrolling define una patología del comportamiento enmarcada dentro de las adicciones. Se trata de un comportamiento compulsivo que lleva al adicto a recargar una y otra vez la pantalla de sus dispositivos en busca de una nueva dosis un nuevo estímulo, por lo general de tipo apocalíptico, angustiante y deprimente. Su nombre proviene de doom (destrucción) y scroll (arrastre).

NO SE LLEGA POR ACCIDENTE.

Las redes sociales comenzaron a usar el formato de pantalla infinita a partir del año 2006. Su propósito no es otro que eliminar esos breves momentos en que podríamos desengancharnos y poner nuestra atención en otras actividades. El timeline de Twitter o los reels de Instagram son muestra de ello. Cientos de miles de fotos, videos, noticias, convocatorias, anuncios y demás basura digital se suceden uno tras otro atrapando al usuario en una espiral interminable de consumo donde la moneda de cambio es su tiempo y sus emociones. Los algoritmos saben qué deben mostrarle a cada uno de sus junkies. No es necesario interactuar con las publicaciones: con detenerse unos segundos frente a ellas el dealer queda enterado. Un tipo de publicación captó nuestra atención y en adelante más de eso nos será mostrado.

LA NUEVA CAJA DE SKINNER.

La caja de Skinner o Cámara de Condicionamiento Operante fue una herramienta de laboratorio creada por B. F. Skinner. Esta herramienta consistía en una caja que proveía una recompensa (estímulo) a los animales que realizaran una actividad predefinida como accionar una palanca. Es exactamente lo mismo que hacen las redes sociales, el ratón-humano entra en la caja, le informa sus preferencias al dealer y en adelante podrá dedicarse a consumir su droga sin encontrar saciedad. El suministró tampoco cesará. El algoritmo sabrá exactamente qué tipo de información hace vibrar sus fibras emocionales básicas de miedo e indignación y se encargará de mantenerlo hiperexcitado con ellas. No es una relación simbiótica aunque el adicto crea que lo es. De hecho, en esta ecuación solo gana el dealer pues el tiempo del adicto se convierte, tarde o temprano, en ingresos para la compañía. El adicto, por su parte cree que está obteniendo información pero en realidad obtiene una infoxicación (perdón por el neologismo) crónica que lo hace terriblemente (perdón por el adverbio) vulnerable, ansioso e infeliz.

EVOLUCIÓN Y BOBERÍA.

Pa’ la bobada no hay nada. Así nacemos. Nuestro cerebro ha evolucionado para darle prioridad a los estímulos que indiquen una amenaza a nuestra supervivencia. El sonido de un disparo provocará en nosotros una reacción diferente a la provocada por el sonido de un piano. Tampoco es que el adicto disfrute consumiendo noticias apocalípticas. De forma inconsciente, el ratón cree, y es sincero en ello, que está recopilando información para tomar decisiones bien fundamentadas. Un ejemplo de esto lo vimos durante la pandemia: miles de videos e imágenes mostrando cómo en todas las esquinas del mundo unos y otros caían muertos como moscas en las aceras o parques. Los religiosos pronosticaron el inminente fin de la humanidad pecadora y, anunciaron el advenimiento del Anticristo en forma de inyección intramuscular; los parroquianos del común —no mucho más sensatos que los anteriores— se apercibieron de enlatados y papel sanitario y muchos valientes que se atrevieron a salir lo hicieron utilizando protecciones ridículas que iban desde bolsas de papel amarradas a la cabeza hasta armaduras medievales. Estamos programados para protegernos y los chiquillos de Silicon Valley lo saben.

Nuestro cerebro elabora las palabras negativas más rápido, mejor y más intensamente, y eso lleva a que también las retengamos mejor. Eso tiene sentido, al menos desde el punto de vista de la evolución biológica. En tiempos del tigre diente de sable y del mamut, un estímulo pasado por alto podía costarnos la vida.

Maren Urner.

EFECTOS.

Al igual que con cualquier otra adicción/compulsión, los efectos esperables son agotamiento, tensión, irritabilidad, ansiedad, miedo, depresión, frustración y trastornos del sueño entre otros. Con el tiempo, estos efectos llevarán a la anulación del ser y de sus habilidades. El adicto se aislará cada vez más en su mundo de infoxicación crónica y quedará a merced de la paranoia. El mundo ya no es un lugar seguro y el panorama es sombrío. Si no es el Covid-19 será la guerra, la viruela, el paludismo o un francotirador quien acabe con su vida. La angustia es perenne: palpitaciones, sudoración profusa, insomnio. Estamos inmersos en la idiotez extrema.

¿QUÉ HACEMOS?

Sin duda alguna necesitamos mantenernos informados. Nuestros trabajos, nuestros negocios y en general nuestras vidas dependen de ello. Empero, tenemos la posibilidad de volver a lo básico y ELEGIR aquello que consumimos. Esa es la clave: elegir. Buscaremos manualmente en fuentes confiables la información que deseamos y consumiremos de forma consciente solo aquella que satisfaga nuestra necesidad. Volver a ser nuestro propio filtro. Cambiaremos los contenidos rápidos y sensacionalistas por contenidos profundos y clarificantes. Las suscripciones, de pago o no, pueden ser una buena opción. Al final del día llegará un correo con 5, 10 ó 20 noticias y elegiremos cuál o cuáles de ellas nos interesan. En mi caso estoy suscrito a 4 fuentes: dos de finanzas e inversiones y dos de tecnología y seguridad informática. Solo con esto reduje mi tiempo ocioso en pantalla un 50% y eliminé mi cuenta en dos redes sociales.

Pregúntese si necesita estar informado minuto a minuto. ¿Qué pasaría si no se entera inmediatamente sino mañana o la próxima semana de ese bombardeo ocurrido a 18.000 kilómetros de su ciudad? Nada. No pasaría nada negativo. Por el contrario: habrá evitado un disparador estresante y su atención podrá enfocarse en otras actividades de provecho. Si así lo quiere y su propósito es serio elimine sus cuentas en redes sociales o al menos establezca un límite diario de uso. Revise sus redes una vez en la mañana y una en la tarde. Le aseguro que en los intermedios no va a ocurrir algo trascendental que amenace su existencia. Con el tiempo verá que esa mierda jeringa infectada con hepatitis no era necesaria y acabará por cerrar sus cuentas para ser libre de nuevo.