Ayer estuve leyendo un poco sobre Dietrich Bonhoeffer y Carlo Cipolla y concluí que estupidez y petrismo son dos taras indivisibles. Quienes estén viviendo la pesadilla del gobierno colombiano, y a su vez conozcan al menos a un defensor del charlatán Gustavo Petro, es decir a un petrista, estarán de acuerdo con Bonhoeffer y Cipolla en que para la sociedad en su conjunto son más peligrosos los estúpidos que los malvados.
Teorías de la estupidez.
Dietrich Bonhoeffer (1906 – 1945) fue un teólogo y pastor luterano alemán que se opuso al nazismo y por ello fue arrestado, encarcelado y ejecutado en la horca por el régimen.
A pesar de su corta vida, 39 años, Bonhoeffer dejó un legado de escritos en los cuales reflexionó sobre la naturaleza humana y concluyó, después de vivir la vileza en carne propia, que el componente principal de la maldad no es la irracionalidad sino la estupidez.
Bonhoeffer pensaba que el ascenso y auge del nazismo fue posible, no porque los alemanes fueran irracionales sino porque estaban embriagados de estupidez, entendiendo la estupidez como la torpeza o incapacidad para comprender y juzgar. Quien alguna vez haya tenido la desgracia de cruzar palabra con algún petrista, estará de acuerdo en que se trata de individuos de escaso o nulo discernimiento incapaces de comprender cosas tan elementales para la vida adulta como la inflación.
💡 Aclaro que no estoy comparando al señor Petro con Hitler. Adolf Hitler, según dicen, era carismático y tenía algo de talento para la escritura y la pintura. Además, algunos historiadores creen que a lo largo de su vida Hitler pudo decir la verdad unas 2 ó 3 veces, un 300% más que el camarada Petro. |
Bonhoeffer decía que la estupidez humana está relacionada con la complacencia, con la incapacidad para discernir sobre el bien y el mal, lo correcto e incorrecto, el valor social o el perjuicio social. La estupidez se manifestó en los alemanes, cegados por la influencia nazi, al no reflexionar sobre el valor moral de sus actos y las consecuencias que tendrían en ellos mismos y en su país.
¿Les suena? Estupidez y petrismo. Los pobres infelices que ayudaron a elegir al demagogo Petro no tienen la capacidad intelectual para medir el impacto que tendrá su estupidez en ellos mismos y en los demás. La estrechez mental de unos cuantos estúpidos está llevando al colapso de sectores productivos claves para toda la sociedad. ¿Y qué obtienen a cambio? La vana ilusión de haber derrotado a un enemigo imaginario.
Todos los índices y las variables medibles indican que el nivel de vida general se ha deteriorado. Poder adquisitivo, estabilidad, seguridad, recaudo, infraestructura, etc. Todo aquello que impacta las vidas de las personas sin poder político se ha deteriorado. Sin embargo, la masa acéfala que llamamos petrismo está conforme porque, según ellos, derrotaron a la derecha. Así, derrotaron, en plural.
La estupidez es un enemigo más peligroso del bien que la malicia. Uno puede protestar contra el mal; puede ser expuesto, y si es necesario, impedido por el uso de la fuerza. El mal siempre lleva dentro de sí el germen de su propia subversión en el sentido de que deja en los seres humanos al menos una sensación de malestar. Contra la estupidez estamos indefensos. Ni las protestas ni el uso de la fuerza logran nada aquí; las razones caen en oídos sordos; simplemente no es necesario creer en los hechos que contradicen el prejuicio de uno (en esos momentos la persona estúpida incluso se vuelve crítica) y cuando los hechos son irrefutables simplemente se los deja de lado como si fueran intrascendentes, como incidentales. En todo esto, la persona estúpida, en contraste con la maliciosa, está completamente satisfecha de sí misma, y al irritarse fácilmente, se vuelve peligrosa al lanzarse al ataque, por esta razón, se requiere mayor cautela que con uno malicioso. Nunca más intentaremos persuadir al estúpido con razones, porque es un sinsentido y peligroso
Para analizar el binomio estupidez y petrismo debemos entender que esta ecuación tiene dos variables. Los estúpidos propiamente dichos, conformados por derrotados e incapaces que esperan que el Estado se haga cargo de ellos —como quien se encuentra un perro hambriento y lo adopta—, y los malvados o perversos, aquellos que por su cercanía al demagogo se benefician del saqueo. Los primeros, los estúpidos, que son muchos, mantienen en el poder a los segundos, que son pocos. Estupidez y petrismo es entonces el aprovechamiento de los cretinos por parte de los perversos.
Es importante analizar la frase: «… y cuando los hechos son irrefutables simplemente se los deja de lado como si fueran intrascendentes, como incidentales». Pareciera que Bonhoeffer hablara del hijo corrupto que Petro nunca crió; de los neoricos hermanos Sarabia: de la embajada creada a la medida del intocable y locuaz Benedetti; del nuevo Ministerio cuyo presupuesto se va casi todo en su propio funcionamiento; de Olmedo, el coequipero del camarada en uno de sus partidos (paradójicamente llamado Decentes). Nada de eso importa, todo es intrascendente, incidental, seguramente montajes, y si algo fuera cierto, carece de importancia porque derrotaron a la derecha.
Pero la estupidez es mucho más difícil de eliminar, por eso es un arma peligrosa. Como a los malvados les cuesta hacerse con el poder, necesitan que los estúpidos hagan su trabajo. Como ovejas en un campo, una persona estúpida puede ser guiada, dirigida y manipulada para hacer cualquier cosa. El mal es un maestro de marionetas, y nada le gusta tanto como las marionetas descerebradas que se lo permiten, ya sea en el público en general o en los pasillos del poder. —Jonny Thomson.
Carlo Cipolla (1922 – 2000) fue un economista italiano quien, al igual que Dietrich Bonhoeffer, escribió sobre la estupidez humana y su impacto en la sociedad.
En su libro titulado Allegro ma non troppo (Alegre pero no demasiado), Cipolla plantea que los estúpidos, incluso sin estar organizados bajo un liderazgo único, causan más daño a las sociedades que las mafias, los grupos armados y el comunismo.
En la segunda parte del libro Cipolla expone lo que llamó Las leyes fundamentales de la estupidez humana, grácil pentateuco con el que el economista explica la naturaleza de los estúpidos y el peligro que representan para el mundo. Veamos en detalle estas 5 leyes que, si bien fueron inspiradas en el esnobismo californiano, describen a la perfección el tándem estupidez y petrismo.
LEY I: Siempre, e inevitablemente, todo el mundo infravalora el número de estúpidos en circulación.
Muchas personas creen que en el triunfo electoral del camarada Petro hubo fraude. Yo pienso que no fue así. Lo que ocurre es que hay demasiados estúpidos en el mundo y Colombia pareciera estar a la vanguardia en su producción. Si algún día pudiéramos exportar estúpidos lograríamos lo que nunca logramos con esmeraldas, petróleo, café y otros estimulantes de menor prestigio.
La única forma de que el discurso delirante de un charlatán como Petro encuentre cabida en una sociedad es que esta haya sido tomada por los estúpidos. Lo que el demagogo berrea en sus discursos ya ha sido implementado en otras latitudes y en otras épocas y en cada uno de esos intentos el resultado ha sido, indefectiblemente, un fracaso. Sin embargo, un poco más de 10 millones de estúpidos creyeron que en Colombia podría funcionar. Pensamos que eran menos y estamos pagando el error de cálculo.
LEY ii: La probabilidad de que determinada persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica.
No debemos cometer el error de pensar que el petrismo está conformado solo por ignorantes y marginales. De ninguna manera. De hecho, una buena parte de los estultos que ayudaron a elegir al demagogo son personas educadas, esto es, según la semántica latinoamericana, personas diplomadas aunque no sepan hacer nada productivo.
En Colombia todos quieren ser funcionarios porque, primero, no hay incentivos para intentarlo en el sector privado. Cualquier iniciativa es castrada por los parásitos del sector público y, segundo, porque en nuestros países casi todos son socialistas. Son socialistas incluso aquellos que no saben qué es el socialismo porque eso fue lo que recibieron en esa monstruosidad que eufemísticamente todos llaman educación. Siendo así, no debe sorprender a nadie que en Colombia la mayoría de educados busquen un cupito en la madriguera de las ratas.
LEY III: Un estúpido es una persona que ocasiona pérdidas a otra persona o a un grupo sin que él se lleve nada o incluso salga perdiendo.
Esto es clave para explicar la amalgama conformada por estupidez y petrismo. Para ejemplificar esta regla tenemos a Fecode y a la USO. El primero, el sindicato de maestros con su sistema de salud en ruinas. Los segundos, la USO, el sindicato petrolero, hoy en riesgo por la delirante decisión del charlatán de suspender la exploración de hidrocarburos. Ambos, Fecode y USO, apoyaron con votos y no pocos recursos económicos al enajenado parlanchín.
No deja de ser poético que los más perjudicados por los disparates del fulero sean precisamente quienes ayudaron a subirlo al trono. Es justo: están pagando las consecuencias de su propia estupidez. Eso es un consuelo para quienes, a pesar de todo, vamos a estar bien cuando esta pesadilla termine.
LEY IV: Los no estúpidos siempre infravaloran el poder dañino de los estúpidos.
En Cuba, Venezuela y Argentina sucedió pero fue porque… Las cosas malas siempre le pasan a otros. Esa parece ser una de las razones por las cuales eligen a unos asnos impresentables como Chávez y Petro. ¿Cuánto sufrimiento pudieron ahorrarse los venezolanos si hubieran aprendido la lección de Cuba? ¿Cuánto dolor se pudieron ahorrar los argentinos si hubieran visto el ejemplo venezolano?
Los latinos creemos que nuestros estúpidos son menos estúpidos y siempre nos equivocamos. En el caso de los colombianos, esto adquiere una mayor gravedad pues la crisis venezolana y el éxódo de su pueblo fue presenciado por todo el país y, aun así, eligieron al perturbado que elogia en público al único responsable de esa crisis económica y humanitaria. Es imposible apostar por un pueblo así.
LEY V: Un estúpido es más peligrosO que un bandido.
No admite discusión. El bandido desea lo que otro tiene y, si puede, lo toma. El estúpido, en cambio, solo quiere que el otro no tenga. Su interés no es que su vida mejore sino que las vidas de los demás empeoren. Así siente que el mundo se está balanceando y que la vida es más justa. El bandido busca su beneficio personal mientras el estúpido busca perjudicarlos a todos.
En el maridaje de estupidez y petrismo ambos se encuentran y coexisten. Los estúpidos eligieron a los bandidos y defienden con uñas y dientes su gestión, que no es otra que el deterioro generalizado de todo aquello que beneficia a los individuos. Ellos saben, cualquiera lo sabe, que las sociedades solo se pueden igualar por lo bajo pero también saben que, con sus exiguas capacidades, ese es el lugar al que pertenecen y nos quieren a todos allí con ellos.
Para terminar quisiera volver a Bonhoeffer cuando dice: «Nunca más intentaremos persuadir al estúpido con razones, porque es un sinsentido y peligroso». No tiene sentido que intentemos hacerle ver a los petristas su error. Estupidez y petrismo es una patología dual de tipo incurable. Lo único que podemos hacer es aguantar, jugar bien nuestras cartas y para la próxima contienda impedir que los ceporros tomen la delantera. Con suerte podremos soltar ese pesado y hediondo lastre.