Sin tarjeta de crédito
Finanzas Personales,  Inversiones,  Minimalismo

Sin tarjetas de crédito

Llevo casi 6 meses sin tarjetas de crédito y no las extraño en absoluto. Pensé que iba a ser difícil porque acostumbraba usarlas para todo pero no ha sido así. De hecho, me siento mucho más cómodo con mis finanzas simplificadas. Siempre fui muy responsable con mis tarjetas pero ahora creo que los instrumentos de crédito de consumo son innecesarios y perjudiciales.

Comencé practicando el minimalismo digital pero ahora quiero exportarlo a todos mis asuntos. Lo de entregar mis tarjetas de crédito lo considero minimalismo financiero. Tengo la tarjeta débito de mi cuenta personal y una tarjeta virtual con la cual hago las compras en línea pero hasta ahi. No estoy pendiente de cuotas de manejo, de vencimientos del plástico, de fraudes y clonaciones, cobros no reconocidos y un largo etcétera de tonterías. No estar atado a ese supuesto beneficio me hace más libre.

Sin tarjetas de crédito

Siempre fui muy responsable con mis tarjetas. Nunca compraba a más de una cuota y recibía cashback por su uso. Esto último, el cashback, tal vez es lo único que extraño. Sin embargo, creo que los beneficios de no tenerlas son mayores a los beneficios de conservarlas.

Mi última tarjeta era una Black, con un cupo (muy) alto y algunos supuestos beneficios que nunca usé. En los aeropuertos nunca esperé en las salas VIP, prefiero hacerlo con el resto de los mortales; nunca llamé al concierge a preguntarle pendejadas y nunca necesité cobrar el seguro de protección de equipaje porque nunca lo perdí.

Otras de sus supuestos beneficios son llamados Experiencias Especiales y me parecen una imbecilidad: clases de cocina, clases de golf, tours de caza (detesto a esos asesinos) y alquiler de islas privadas (no soy un mafioso). Yo solo compraba cosas que puedo seguir comprando sin ese adminículo.

Entiendo que a muchas personas les parece deseable vivir esas experiencias pero no es mi caso. Yo tengo aspiraciones pero no soy aspiracionista. La diferencia es que quien tiene aspiraciones piensa en su seguridad económica a futuro mientras que el aspiracionista busca la satisfación inmediata de las apariencias. El aspiracionista es fetichista, adora los objetos y los lugares que aparentemente lo elevan en la escala social. A mí me parecen cucarachas subiendo por una pared cagada.


El sistema niega y mantiene la zanahoria, atada con la cuerda del crédito, frente a la testa de la mula. Para medir el alcance de las aspiraciones no sirven los límites de las tarjetas de crédito; para medir el aspiracionismo, sí.


Yo solo compraba cosas que puedo seguir comprando pero ahora no lo hago tanto. Zapatos, forros para el celular, una almohada. Basura innecesaria. Desde que no tengo tarjetas de crédito consumo menos e invierto más. Las compras con tarjeta de crédito se convierten en un ritual adictivo. Mis últimos zapatos los compré (con TC) en un outlet en Miami hace más de 6 meses y no los necesitaba. Ahora, cuando no tengo tarjetas, paso por los almacenes de zapatos y no me antojo de nada. Es un sencilo truco psicológico: con las tarjetas, de forma inconsciente, creía que las cosas valían menos. Ahora sé que el dinero de todo lo que compro sale de mi bolsillo y lo pienso. Al final la decisión se toma tras responder una pregunta: ¿qué pasa si no lo compro?


… la apariencia como núcleo de la personalidad, el artificio como modo de vida, la utopía a cuarenta y ocho meses de plazo. —E. Galeano.


Me gusta el crédito pero para adquirir activos. Las tarjetas sirven para lo opuesto: con ellas solo se adquieren pasivos y nadie se hace rico adquiriendo pasivos. No quiero adquirir cosas que saquen dinero de mi bolsillo y no lo repongan, a futuro, con sus respectivos rendimientos. Comprar una oficina o un consultorio pondrá dinero en mis bolsillos hasta el día que muera; comprar el último teléfono lo sacará. Por supuesto que en algún momento compraré el último teléfono pero lo haré cuando el actual se dañe. Será una compra utilitaria, no un gasto emocional esnobista. Y seguramente lo compraré en efectivo con el dinero que el consultorio o la oficina ponen, mes a mes, en mi bolsillo. Hasta la próxima.