La visión libertaria

A menudo se relaciona a los libertarios con los rednecks. Los medios han creado un estereotipo caricaturesco que minimiza la visión libertaria y la reduce a su expresión más folclórica. Sin embargo, la visión libertaria va mucho más allá de ese pueril encasillamiento. Para entenderla, veamos algunos puntos claves de esa filosofía.


Primero creo necesario aclarar que la filosofía libertaria no es monolítica. Por el contrario, es tan amplia y diversa que da lugar a muchos subgrupos que, con sus diferencias, comparten una visión relativamente homogénea de los temas medulares que nos afectan: Estado, gobierno, impuestos, privacidad, individualismo, voluntarismo, etc. En este post intentaré explicar algunas de estas visiones, desde mi propio punto de vista, con mis propias palabras y sin florituras académicas.

No es el post para explicar las diferencias entre las corrientes: Ancaps, Paleos, Minarcas etc., al final, no necesitamos encasillarnos en ninguna de ellas. Esas son tonterías, letras sin aliento, divisores. Todo lo contrario, el libertarismo es una filosofía tan flexible que nos permite extraer de cada una de sus corrientes lo que mejor se adapte a nuestra propia visión libertaria. Sin más, vamos al tema.


Estado e Impuestos. 

Los libertarios entendemos al Estado como lo que en realidad es: un conjunto de instituciones del crimen organizado encargadas de la captura de rentas mediante la aplicación de la coerción, el chantaje y la violencia. ¿Qué otra cosa es? ¿Tiene usted otra definición del Estado que explique su naturaleza sin caer en eufemismos emotivos? De ser así me gustaría conocerla.

Quienes vivimos bajo esta filosofía pagamos nuestros impuestos de la misma forma que un comerciante paga cumplidamente la extorsión exigida por la mafia que regenta su barrio. En ese sentido no somos contribuyentes porque lo que nos arrebatan no es una contribución. Mediante amenaza y violencia somos despojados de aquello que por antonomasia nos pertenece. Que el Estado nos llame contribuyentes es tan ofensivo y humillante como que un violador llame novia a su víctima. No contribuimos, nos roban sistemática y repetidamente que es muy diferente.

La visión libertariaEl robo se edulcora con rimbombancias ridículas y carentes de significado como la muy berreada Justicia Social. Walter Williams tenía una definición muy precisa de ese adefesio. Pese a que intenten hacer su estafa palatable, lo cierto es que el robo tiene una única razón de ser: mantener y enriquecer a una casta parasitaria que en condiciones de subsistencia por mérito no tendrían ninguna opción de descollar.

El robo, eufemísticamente llamado contribución, es su forma de torcer el darwinismo. Sin el despojo violento al que nos someten, desde la cuna hasta la tumba, muchos de esos parásitos serían mendigos cubiertos de piojos esperando la muerte sobre una fría y mugrienta acera. Otros, tal vez aquellos menos contaminados con el virus del estatismo, llevarían vidas ordinarias, vulgares, tal vez tristes, muy diferentes a las vidas de opulencia que les brinda la rapiña.


Déjame ofrecerte mi definición de justicia social: yo me quedo con lo que gano y tú te quedas con lo que ganas. ¿Estás en desacuerdo? Bueno, entonces dime cuánto de lo que gano te pertenece y por qué. —Walter E. Williams.


Dicho lo anterior, podemos inferir que el hombre libre ve al estado y a sus representantes como sus enemigos. No es posible, en la visión libertaria, encontrar diferencias entre un atracador de callejón y un funcionario que vive de lo que le es hurtado a la gente trabajadora. ¿Por qué habría de encontrar diferencias? Tal vez dichas diferencias existan en la estética de las formas pero el fondo es el mismo. Negarse a entregar sus pertenencias tendrá consecuencias funestas para la víctima, sin importar si quien exige su entrega es el atracador o el funcionario.

Las pandillas y bandas criminales han copiado al pie de la letra la metodología del Estado. El manejo del Estado es el manual de funciones a seguir para cualquier organización mafiosa. En las pandillas, los miembros de base cometen los delitos a pedido de sus jefes. En el Estado, los funcionarios de bajo rango extorsionan a los ciudadanos por encargo de los caciques políticos que los ubicaron en su puesto. La creación de nuevas entidades y nuevos cargos obedece, única y exclusivamente, al afán de lucro de aquellos que tienen el poder de ampliarse. Bajo la visión libertaria, no existe diferencia alguna entre crear una nueva secretaría y crear una nueva clica pandilleril.


¿Qué es el Estado? Estado se llama al más frío de todos los monstruos fríos. Es frío incluso cuanto miente; está en la mentira que se desliza de su boca: Yo, el Estado, soy el pueblo. —F. W. Nietzsche.


Quienes hayan tenido la infausta suerte de que sus planes se crucen con un funcionario sabe que no miento. Por el contrario, si alguien piensa que mis palabras adolecen de verdad puede ser porque de alguna forma se beneficia del latrocinio. Puede ser hijo, hermano o cónyuge del parásito; o tal vez porque ha sido educado bajo las directrices de un ministerio de educación, es decir, siguiendo el programa de adoctrinamiento diseñado por la parte encargada de la propaganda en la organización mafiosa.

Cuando los planes del individuo se cruzan con los parásitos, y por desgracia casi siempre ocurre pues ellos son ubicuos, el proyecto inicial se altera de tal forma que, si no se incluye al delincuente, no es posible seguir adelante con lo planeado. Esto es así sin importar si el bandido pertenece a una pandilla o al Estado, que repito, para la visión libertaria son lo mismo. Además, quienes estén familiarizados con esta penosa situación, saben que cuando el delincuente representa a la mafia estatal, él o ella tomarán los beneficios antes de haberse materializado. Es decir, la extorsión será un costo fijo del proyecto antes de iniciar, no una distribución de los beneficios obtenidos en el ejercicio. En ese sentido es mucho más fácil y justo tranzar con las pandillas.

No obstante, algunos libertarios consideramos que algunos de los brazos de la organización delincuencial llamada Estado son necesarios y, en consecuencia, aceptamos que debemos pagar por su funcionamiento. En mi visión libertaria particular estos brazos son los encargados de la seguridad, la justicia y la infraestructura. Es decir, aquellos que garantizan el buen funcionamiento de los acuerdos entre los individuos y el desarrollo de nuevos proyectos. Todo lo demás que nos han querido vender como derechos, por ejemplo la educación, la salud y la vivienda, son para nuestra visión libertaria meras líneas de negocio que han abierto los parásitos para esquilmar el patrimonio ajeno y comprar (con limosnas) el apoyo de las masas embrutecidas.


Educación, salud, vivienda y otros derechos.

Los vividores, tanto de izquierda como de derecha, se inventaron derechos con el único propósito de justificar su existencia y despojar a los ciudadanos de su patrimonio. Es el caso de la educación, la salud y la vivienda, entre muchos otros embelecos con los que pretenden legitimar sus crímenes. No es que usted no tenga derecho a ser astronauta, claro que lo tiene, lo que ocurre es que, bajo nuestra visión libertaria, nadie está obligado, por ningún motivo, a sufragar los gastos de sus proyectos personales. Si yo no puedo llevar a cabo mis proyectos personales porque estoy obligado a pagar los suyos, entonces su arrevesado derecho se convierte en un obstáculo para mi desarrollo y realización. En ese orden de ideas, lo que ustedes llaman derechos son en realidad privilegios que ustedes y solo ustedes deberían procurarse.

Lo que el parasitismo llama educación es en realidad propaganda. Vulgar propaganda. No existe tal cosa como una educación si esta ha sido diseñada y es dirigida por los parásitos. Educación es el nombre que le dieron al adoctrinamiento mientras que aquellos galpones que llaman instituciones educativas son meros semilleros de alimañas. En ausencia de mercados libres y robustos, los colegios y universidades son simplemente fábricas de funcionarios. Centros de formación de extorsionistas donde los futuros funcionarios adquieren, no conocimientos pues no los necesitan, sino diplomas con los cuales justificarán el puesto que han de ocupar en la organización mafiosa. Entre más diplomas acumule el delincuente, sus superiores asumirán que será más eficiente despojando a los ciudadanos de sus pertenencias y, por ende, más rápido ascenderá en la organización.

Tal vez la parte más cruel de todo ello es saber que los ciudadanos honestos están obligados a sufragar el entrenamiento de quienes en el futuro vivirán del trabajo de sus hijos, en reemplazo de quienes hoy viven del suyo. Es el eterno relevo de delincuentes que los seres libres estamos obligados a solventar so pena de convertirnos en huéspedes de las cárceles (establecimientos recreacionales donde las víctimas damos posada, techo, educación y salud a nuestros victimarios).

Con la vivienda y la salud han hecho lo mismo que con la educación. Han convertido la responsabilidad individual en un compromiso de todos. No existe ninguna razón para que la salud de millones sea manejada por los políticos y sus segundones, los funcionarios. Cuando es así, hay demasiados delincuentes obstaculizando el encuentro entre el médico y su paciente. Esa obstrucción, indefectiblemente redunda en que los recursos que A envía a B lleguen mutilados o, de plano y como no pocas veces ocurre, nunca lleguen.

La única razón por la cual un gobierno hace obras, es porque es con las obras como más fácilmente se legitima el robo a gran escala. Las extorsiones que cometen los funcionarios contra la ciudadanía son solo la caja menor. La verdadera veta de oro la encuentran los parásitos en las obras. Con algunas de ellas, como por ejemplo la vivienda social (vaya eufemismo grotesco), además del consabido robo, se mantiene el voto cautivo. La comunidad que recibe la vivienda, pagada por otros (obligados) que seguramente no han podido procurarse una, queda para siempre empeñada con el intermediario: el parásito que canalizó el dinero hurtado a los ciudadanos y lo convirtió en covachas grises no sin antes sustraer su buena tajada. Gana en todos los escenarios sin aportar absolutamente nada.


El culto del Estado es el culto de la fuerza. No hay amenaza más peligrosa para la civilización que un gobierno de incompetentes, corruptos u hombres viles. Los peores males que la humanidad haya tenido que soportar fueron infligidos por los malos gobiernos. —Ludwig von Mises.


Progresismo. 

Toda forma de política actual es opuesta al libertarismo porque ningún libertario auténtico quiere parasitar a su prójimo. La visión libertaria desprecia al sector público porque la existencia de dicho sector solo es posible mediante el robo sistemático a los ciudadanos. El libertario verdadero no encontrará mayores diferencias prácticas entre liberales y conservadores; demócratas y republicanos; izquierda y derecha; empero, cualquiera que esté familiarizado con esta filosofía sabe que el mayor antagonista del libertarismo es esa aterradora monstruosidad inexplicablemente llamada progresismo.

La visión libertaria El progresismo (o más bien el pobresismo) es una variante, una mutación del marxismo. En dicha alteración se suprimió el gen de la lucha armada, no por razones morales pues las vísceras esparcidas por el pavimento nunca han horrorizado a los progres. Estos criminales renunciaron a la opción armada porque la historia les demostró que haciendo explosivos con materia fecal rara vez conseguían llegar al cajón de los impuestos. Su única meta.

En lugar de mutilar soldados como lo hacen las guerrillas marxistas, el progresismo busca la toma del poder mediante la perversión del lenguaje y la manipulación de la cultura y las tradiciones. Para ello, hace uso de las minorías a las cuales organiza e instrumentaliza para sus fines. Feministas, homosexuales, indígenas, todos aquellos a quienes en realidad detestan son los peldaños por los cuales ascienden en la incansable búsqueda del botín.

La visión libertariaLos campos de concentración y las UMAP creados por los faros morales de los progres —el Che Guevara y sus titiriteros los Castro— en Cuba son apenas una anécdota sin importancia. Por el contrario, la progresía, apoyada en su brutal organismo de propaganda conocido como la educación, lograron torcer la historia al punto de incluir al torturador de homosexuales en la bandera que representa a su colectivo. Una perversa genialidad que, debo confesarlo, me saca risas cada vez que la veo.

El progresismo es en esencia una lengua muerta, un discurso baboso, insulso, carente de contenido real aunque rico en apelaciones emocionales que excita a los adultos infantilizados que no conciben su patética vida sin la tutela de un organismo superior que se encargue de dirigir sus insignificantes destinos. Es el elogio de la mediocridad, un grito estentóreo y lastimero que clama por dependencia. Una existencia patética, prescindible, aniquilable.


Nunca hemos creído que un homosexual pueda personificar las condiciones y requisitos de conducta que nos permitan considerarlo un verdadero revolucionario. Una desviación de esa naturaleza choca con el concepto que tenemos de lo que debe ser un militante comunista. —Fidel Castro Ruz, 1965.


El pobresismo es metastásico y ha invadido algunos países de América y Europa convirtiéndolos en verdaderas cloacas, en mefíticos albañales invivibles. Una muestra, quizás una de las más graves, es Colombia. En ese miserable país, el pobresismo ha logrado pervertir el lenguaje y la cultura al punto de adjudicarle a las palabras unos significados inconcebibles para alguien que no haya sido expuesto al virus progre.

Es el caso de aquello que llamaron paz. En condiciones normales la paz sería el cumplimiento de la ley y el respeto por el otro pero en Colombia, país gravemente enfermo de progresismo, le llamaron paz a premiar el crimen. Tras 60 años de asesinatos, extorsiones, secuestros, violaciones, tráfico de drogas y terrorismo, una componenda entre parásitos decidió que los responsables de esos crímenes atroces no debían ser castigados; por el contrario, debían ser ascendidos a las posiciones más altas de la escala social, ser protegidos con el dinero que por la fuerza le arrebatan a sus víctimas y de adenda recibir unos salarios astronómicos a los cuales ningún colombiano honrado podrá aspirar en su vida.


El que se humilla para evitar la guerra, al final obtendrá la humillación… y también la guerra. —Winston Churchill.


Este acuerdo, a pesar de sus innegables ventajas para los asesinos, no fue suscrito por la totalidad de los delincuentes. Solo unos cuantos adhirieron a la componenda. Los otros criminales siguieron en armas sembrando el país con explosivos, traficando cocaína y mutilando soldados para construir un mundo más justo. Al final, los colombianos se quedaron con la misma guerrilla que tenían antes de la chapuza y con más parásitos que mantener. Y a esa infamia los homúnculos le llamaron paz demostrando que el progresismo solo puede existir si se pervierte el lenguaje y que aquello que llaman educación es en realidad embrutecimiento.

Algunos argumentan que ese fue un sacrificio que la sociedad tuvo que hacer para desarmar a unos pocos psicópatas. Piensan así porque han sido educados, o sea embrutecidos. En realidad es algo mucho más complejo. Es un plan trazado desde hace décadas en los ambientes universicarios y que hoy rinde sus frutos.

Muestra de ello es el actual presidente de ese infernal matadero llamado Colombia. Ese personaje siniestro también hizo parte de un grupo de secuestradores, extorsionistas, traficantes y asesinos. No pagó un solo día de cárcel y en su asquerosa vida no ha producido un solo centavo de valor. Hoy, desde su posición de poder y privilegio, le dice a sus gobernados que las ropas sucias de un asesino, su adorado colega, son patrimonio cultural de la nación. Recuerden: pervertir el lenguaje y manipular la cultura.


No existe el socialismo ‘seguro’. Si es seguro, no es socialismo. Y si es socialismo, no es seguro. Las señales del socialismo apuntan cuesta abajo a menos libertad, menos prosperidad, cuesta abajo a más desorden, más fracaso. Si los seguimos hasta su destino, llevarán a esta nación a la bancarrota. —Margaret Thatcher.


No es tarea fácil adquirir la visión libertaria. Se dificulta aún más si se ha crecido en un ambiente que otorga cualidades inexistentes a los criminales. Arrancarse la costra es en extremo difícil cuando se nace y se crece en un ambiente contaminado de progresía. La inmensa mayoría de personas que nacen y crecen en estos ambientes educados nunca lo logran. Sus insignificantes vidas llegan a su fin creyendo que secuestrar, asesinar, extorsionar y mutilar son actos nobles dignos de encomio y, que quienes cometen esas bajezas, lo hacen por amor a la humanidad. Por eso apoyan que tras décadas de sembrar el terror sean premiados, no castigados. Tal es su nivel de deformidad intelectual. No sería justo siquiera considerarlos seres humanos.

No obstante, quitarse la costra, es decir desaprender, es la única forma de adquirir cierta individualidad e independencia, de evolucionar. Adquirir la visión libertaria es un proceso lento y a veces confuso pero cuando se llega allá se siente una gran satisfacción por haber tirado a la basura el enorme e inútil lastre de la educación. Cuando el individuo libre se deshace de esa basura hedionda llamada educación, en su interior solo queda espacio para el conocimiento y es este conocimiento el material con el cual al final se construye la visión libertaria.

Categorías: Libertas
Inversor

Escrito por:Inversor Otros posts del autor

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