No hay mucho por decir. Esto del software libre comenzó hace un poco más de dos décadas. Por aquellos días, usábamos Linux Mandrake y todo era mucho más difícil. La vida se podía extinguir buscando unos drivers. Lo poco que sé me lo enseñó mi viejo amigo SANA (QEPD). Solo era algo recreativo, curiosidad juvenil. Yo estudiaba una carrera que nada tiene que ver con códigos, terminales y sistemas operativos y, una vez terminé mis estudios, me dediqué al ejercicio profesional de esa disciplina. Después vino la especialización, la maestría cuyo diploma nunca reclamé y la informática quedó reducida a hojas de cálculo, informes acomodados y toda esa mierda aburrida del mundo laboral convencional.
Tal vez fue en el 2014 cuando me aburrí del ejercicio profesional y volví a pensar en la informática como algo más que una herramienta para llevar cuentas alegres. En mis ratos libres comencé a estudiar las novedades, que eran muchas. En una máquina virtual instalé un par de distribuciones GNU/Linux y comencé a actualizarme. Me sorprendió descubrir que no lo había olvidado del todo. Tal vez un año después, en el 2015, tomé la decisión de abandonar por completo mi profesión y buscar nuevas actividades económicas. Fui allí donde apareció la curiosidad por las inversiones y comencé a estudiar.
Hice cuanto curso pude. La mayoría no sirvieron para nada. Hice hasta los cursos que dictan los vendehumo de pantalón entubado. Cuando ya estaba lleno de información (infoxicado) abrí una cuenta en un broker y comencé a operar. Esa mierda del trading me aburrió más que mi profesión. Estar todo el día pegado a la pantalla esperando que un pip se moviera a mi favor me parecía sencillamente estúpido. Puedo estar todo el día frente a un monitor buscando vulnerabilidades en un sistema pero no viendo esas aburridas velas japonesas. Tenía que haber otra forma.
Entonces me tomé el asunto en serio (el trading no es serio) y aprendí a invertir en valor. Como tenía unos centavos de la venta de mi anterior negocio, comencé a invertir en bienes raíces y en acciones mientras estudiaba a fondo la(s) bolsa(s) y los sistemas. Un par de pequeñas rentas que tenía cuando abandoné mi profesión me sostenían sin mayores apremios. Después aparecieron los derechos fiduciarios y otros vehículos de inversión que me permitieron ir diversificando y aquí estoy, viviendo de mis inversiones y haciendo lo que me gusta: cagarla aprendiendo cada día un poco de estos temas que parecen disímiles pero que filosóficamente están unidos por el concepto mismo de libertad.
Todos los días reviso el mercado, todos los meses hago algún movimiento, ahora mismo mi portafolio va en rojo pero no me preocupa: las empresas van a estar bien, el mercado va a seguir ahí, subiendo y bajando, haciendo mínimos y máximos. Si puedo vender con algún beneficio, vendo; si no puedo vender, espero a dividendos y reinvierto; si baja y tengo liquidez, aumento la posición; si la renta variable se pone muy pesada abro algunas rentas fijas y balanceo. De eso se trata este asunto de ser inversionista que necesita más fortaleza emocional que conocimientos. Lo conceptual es muy sencillo, lo realmente hijueputa es mantenerse incólume cuando todos los títulos del portafolio van en picada y yo puedo mantenerme impertérrito mientras otros, presos del pánico, liquidan sus posiciones. Yo duermo como un bebé con algunas acciones en -45%.
Tras una docena de libros de seguridad informática, Osint, algunos cursos y muchas horas de práctica, llegué al minimalismo digital. Fui usuario de redes sociales hasta que vi todo lo que se podía obtener de un perfil incluso si éste tiene bien configurada su privacidad. Cuando comencé en esto, a finales del siglo XX, no existían las letrinas redes sociales. Usábamos algunos servicios de mensajería como IRC, ICQ o MSN Messenger y por allí nos comunicábamos sin revelar mayor información. Ahora es diferente. Ahora la vida entera de las personas está expuesta a los ojos de quien quiera verla. Con el advenimiento de las redes sociales todos quedaron desnudos. Es absurdo, inconcebible, estúpido e injustificable lo que se hacen a sí mismos.
Sabiendo esto eliminé mi presencia en las cloacas sociales y borré, hasta donde pude, mi huella digital. Pasé meses practicando la higiene digital: suscripciones, números de teléfono, artículos de opinión, publicaciones profesionales, fotos de eventos laborales o académicos. Todo fue eliminado. Algunos sitios se hicieron los tontos cuando les pedí eliminar MIS datos personales pero igual fueron borrados. A mi manera fueron borrados…
Ahora tengo un blog. ¿Quién mierdas tiene un blog en pleno siglo XXI? Pues yo. Y lo tengo sin ninguna pretensión económica. En este sitio no hay publicidad, tampoco formularios. Nunca le voy a vender un curso de mierda. No me interesan sus monedas ni sus datos personales, no sé ni me importa cuántos lectores mensuales tiene este sitio. Este es mi nuevo pasatiempo, con esto me entretengo. Escribo y publico para compartir lo poco que he aprendido en estos años. Muchas cosas no se podrán publicar aquí porque el maldito bien-pensantismo daría de baja el sitio en segundos. Para esos temas un poco más espinosos tengo mi blog en la darknet pero allá tendrán que llegar por su cuenta. Una pista: el TLD es .onion.
Espero que lo aquí publicado le sirva para su crecimiento personal. Es el único propósito de este humilde sitio. Si desea contactarme puede hacerlo a través del correo electrónico o por medio de Telegram. Hay una página para eso. Usted decide.
Con aprecio, su servidor.