La higiene digital es un concepto íntimamente ligado al minimalismo digital. Se podría definir como el conjunto de prácticas enfocadas en garantizar que nuestra vida en línea sea segura y saludable. La inmensa mayoría de internautas no tienen buenas prácticas de higiene digital. Esto lleva a que sean presas fáciles, muy fáciles, de los delincuentes que acechan todos los rincones de la red. Veamos más a fondo de qué se trata.
Pregúntese qué tanto comparte de su vida. Revise sus últimas, no sé, 20 publicaciones en línea y analice qué datos puede haber en ellas. Con seguridad quedará sorprendido/a de la cantidad de información que acaba de regalar. Tal vez una foto del último sitio que visitó, en cuyo caso se podría determinar su ubicación; tal vez la foto de la última celebración, y con ello podríamos perfilar a sus familiares y amigos. En cada una de sus publicaciones hay datos que un atacante puede usar en su contra.
Yo sigo sin entender por qué lo hacemos. Quizás somos imbéciles irremediables. No soy antropólogo así que lo anterior no es un diagnóstico, es solo una hipótesis. A lo mejor nos sentimos tan solos que no podemos contenernos de buscar la interacción social, así esta solo sea virtual. También es posible que solo seamos unos estúpidos acomplejados pero tampoco soy Carl G. Jung para afirmarlo. Como sea, es un error corregible. Veamos algunas de las opciones que tenemos.
El correo electrónico.
El e-mail es y seguirá siendo la forma de comunicación más eficiente. Con una dirección de correo electrónico podemos comunicarnos, trabajar, informarnos y hacer negocios. El asunto es que si somos desprolijos, el correo electrónico puede darnos fuertes dolores de cabeza.
Así como usted no orina en la olla donde prepara sus alimentos, no tenga el mismo correo para todo. Las suscripciones gratuitas no lo son por amor a la humanidad. Son gratuitas porque venden sus datos. Sus datos son la paga. Cuando comencé a practicar la higiene digital cancelé todas las suscripciones que llegaban a mi e-mail personal. Sigo estando suscrito a muchos servicios pero ahora me llegan a una dirección que, si es atacada o se filtra, no tiene la menor importancia. Ni siquiera está a mi nombre.
Mis otras dos direcciones de correo tienen cada una su función. En una, atiendo mis asuntos personales, familiares y también de trabajo (documentos, contratos, balances, certificados etc). El otro buzón, lo uso para asuntos estrictamente económicos. Explico: mis extractos bancarios no llegan a mi dirección personal. Si alguien hackeara mi cuenta de correo personal podría enterarse de mis negocios pero no tendría acceso a mis cuentas bancarias. Tres cuentas de correo, con diferentes claves, todas robustas. inconexas entre sí y con funciones bien delimitadas.
Tener tres cuentas de correo no supone un desgaste mayor. En mi teléfono tengo configurado que la cuenta de las suscripciones me muestre las notificaciones en resumen una vez al día. Las otras dos, por obvias razones, sí me notifican las novedades en tiempo real pero son pocas porque, por ejemplo, la cuenta de correspondencia bancaria solo recibe ese tipo de correos. Es una dirección que solo tenemos los bancos y yo. Ni un solo mensaje de spam me ha llegado desde que la tengo.
Las redes públicas.
Conectarse a redes públicas es como tener relaciones sexuales sin protección con una prostituta hondureña en un callejón de Comayagüela. No soy muy bueno creando analogías pero eso va en contra de todo precepto de higiene digital (y sexual). Los cafés están llenos de idiotas que se sientan allí a trabajar. ¿Qué tan estúpido hay que ser para transferir dinero o revisar contratos desde la misma red donde hay 50 desconocidos conectados?
Lo higiénico sería que cuando nos sentáramos a trabajar en un sitio así le compartiéramos la conexión de nuestro teléfono a nuestro laptop. Es tan simple que da grima tener que explicarlo. Si estamos fuera del país, lo ideal es adquirir una SIM con datos precargados y así evitamos usar esos servicios gratuitos que, en realidad, son hervideros de delincuentes.
Algunas personas son tan descuidadas que tienen configurados sus dispositivos para que se conecten automáticamente a las redes abiertas. Esto ya se sale de los terrenos de la estupidez y se adentra en los linderos del suicidio. Si por fuerza mayor debemos usar una red pública, podemos minimizar el riesgo usando también una VPN. Las hay gratuitas y de pago, todo dependerá de sus necesidades particulares. En este post hablé un poco sobre algunas opciones de VPNs.
La huella digital.
La huella o sombra digital hace referencia a los rastros de información que deja un usuario cuando navega en Internet. Esta huella puede ser activa o pasiva. Es activa cuando el usuario comparte voluntariamente sus datos, por ejemplo, en redes sociales o foros. Y es pasiva cuando los datos se obtienen de forma automática, por ejemplo, mediante las cookies o la telemetría entre otros. De ambas, activa y pasiva, nos podemos ocupar.
Lo más recomendable es no usar redes sociales pero sé que esto es difícil. Más de la mitad de la humanidad usa algún tipo de red social. Así estamos de jodidos los Homo sapiens. Sin embargo, si usted no puede prescindir de esos espacios, al menos puede hacerse el favor de tomar medidas para no quedar tan expuesto.
Ya vimos que tiene ombligo. No es necesario subir la misma foto todos los días cambiando de pose. Esas fotos contienen sus datos. Algunas más, otras menos, pero de todas se obtiene algo. Yo, posiblemente, puedo saber cuál dispositivo usa analizando una foto. Después puedo buscar alguna vulnerabilidad en ese equipo y, si además tengo su Whatsapp o su dirección de correo, puedo intentar explotar esa vulnerabilidad con un enlace o un archivo malicioso.
Cuando usted le reclama a su banco en Twitter, el delincuente queda sabiendo en dónde tiene su cuenta de ahorros. Es demasiado estúpido hacerlo. Para eso existen canales de atención. Si además su nombre de usuario es su nombre real, y su foto de perfil es su foto real, el delincuente tiene mucha información y una foto de su ombligo.
Pensemos algo. Tengo su foto real, su nombre real, sé en cual banco tiene su cuenta y además tengo la foto de su espantoso ombligo. Con eso puedo buscar sus datos de identificación, información académica, laboral, vínculos familiares, los datos de su pareja y un largo etcétera. Se sorprenderían de lo completo que queda un dossier partiendo tan solo de los datos básicos.
Otros usuarios son tan torpes que usan el mismo nombre de usuario en todas sus redes. El mismo nombre en todas sus redes. Estos son un bocado de cardenal. Se investigan y se perfilan en quince minutos. A menudo, estos prehomínidos, también comparten su ubicación en tiempo real. Es una forma —patética— de aspiracionismo burgués que además del ridículo puede traerles consecuencias muy negativas. Si el delincuente sabe que vivimos en Bogotá y publicamos que estamos en Medellín, le estamos diciendo que tiene todo el tiempo del mundo para ir a nuestra casa y robarla. Así de fácil funciona.
Con los navegadores también somos muy descuidados. Chrome, de Google, tiene la mayor cuota de mercado. Ese es un indicativo de qué tan estúpidos son los internautas. Hay navegadores más seguros como Firefox y buscadores menos invasivos como DuckDuckGo. Si se busca privacidad extrema podemos usar Tor Browser y, si no es el caso, podemos al menos configurar nuestros navegadores para que eliminen el historial y las cookies después de cada sesión. También podemos instalar algunas extensiones para los navegadores. MetaClean, por ejemplo, limpia los metadatos de los archivos que enviamos por Gmail. Es cubriendo esos pequeños detalles como podemos tener una vida digital saludable.
Las notificaciones.
Las notificaciones no nos ponen en riesgo pero nos hacen perder mucho tiempo. El adminículo que llevamos en el bolsillo tiene la misión de capturar nuestra atención el mayor tiempo posible. Las pantallas aumentaron su tamaño para que aumentara también nuestro tiempo frente a ellas.
Todos los sistemas operativos tienen la opción de configurar las notificaciones. Antes de comenzar en esto del minimalismo digital yo tenía 2 teléfonos (equipos) y 3 líneas. Ahora solo tengo uno. En mi dispositivo, solo tengo las aplicaciones que realmente uso. Clientes de correo, aplicaciones de mensajería, plataformas bancarias y de negociación, graficadores de bolsa etc. Cualquier otra aplicación que no sea indispensable se instala cuando se necesita, se usa y se elimina junto a los datos asociados. No hay basura en mi pantalla.
Las notificaciones las manejo de dos formas: aquellas que deben ser inmediatas y aquellas que pueden entregarse como resumen una vez por día. Las notificaciones bancarias, por supuesto, deben entregarse de forma inmediata. Otras notificaciones como los correos informativos y las suscripciones se entregan en un resumen diario. Los mensajes de los grupos de Telegram, por su parte, están silenciados y solo los reviso cuando deseo hacerlo.
El tiempo en pantalla también lo tengo controlado. El correo de las suscripciones, por ejemplo, solo lo puedo utilizar durante 20 minutos diarios. Después de eso se bloquea la aplicación. Lo mismo ocurre con las aplicaciones de mensajería: 30 minutos diarios. Con tonos diferenciales también sé si la notificación que llegó es laboral, personal o familiar y con ello decido si es urgente o puede esperar.
Borrando la huella.
Podemos tomar medidas para, en adelante, disminuir nuestra exposición en línea pero, ¿y lo que ya está expuesto? Sobre eso también podemos tomar algunas medidas. Nunca vamos a eliminar del todo nuestra huella digital, eso es cuento. Sin embargo, podemos reducirla hasta niveles que no representen peligro alguno.
Cuando ejercía mi profesión original era muy activo en Internet. Participaba, con frecuencia, en varios foros y publiqué algunos trabajos en sitios especializados. Cuando buscaba entre comillas mi nombre en Google aparecían muchos resultados. Hoy, solo aparecen dos resultados inofensivos.
Lo primero entonces es buscarnos entre comillas: «Juan Martín Caicedo Restrepo». Después, debemos ubicar aquellas publicaciones que realmente se traten de nosotros y no de un homónimo. En mi caso fue un trabajo dispendioso que tomó un par de meses pero lo conseguí. Este ejercicio me permitió ver que había dejado muchísimas huellas en línea. Aplicaciones que alguna vez usé como Quora, aplicaciones de actividad física, plataformas de streaming. Yo no había cerrado esas cuentas, solo había dejado de usar las aplicaciones. Tuve entonces que volver a descargarlas, entrar en ellas y eliminar las cuentas. Hasta aquí va lo fácil.
La participación en foros también es fácil de desaparecer. Basta con entrar en ellos y borrarlo todo. En los sitios donde estaban publicados mis trabajos solicité, como propietario de los mismos, su eliminación inmediata. Con esto no tuve mayores problemas. Con el nombre de la empresa que tuve simplemente tuve suerte. Una vez dejé esa actividad económica, otros registraron el nombre. Si alguien me busca hoy utilizando el nombre de esa compañía, se encontrará con cientos de publicaciones de otra empresa.
Lo que estuvo un poco difícil fue borrar los datos de aquellos directorios comerciales que se nutren de registros mercantiles. Ellos indexan la información de esos registros pero nunca la actualizan. En algunos, bastó escribir para informar que ese negocio ya no existía pero en otros no se pudo de esta forma. Por fortuna, muchos de estos directorios permiten editar la información sin ser su propietario y eso fue lo que hice. Al cambiar el nombre de la empresa, la ubicación y el teléfono ya quedaba por fuera del radar. En otros, fue necesario tomar otras medidas que consumieron tiempo y recursos pero se hizo.
Después había que buscar los números de teléfono y los correos electrónicos que había tenido en mis diferentes actividades comerciales. Repito: es una labor dispendiosa pero necesaria. Al final tomó tiempo pero mi huella digital es casi imperceptible y eso me gusta mucho. Con quienes quiero tener contacto me tienen a una llamada de distancia. Quienes quieren causar daño, lo tienen un poco más difícil. Nunca podremos desaparecer la totalidad de nuestras huellas pero podemos hacer mucho para que nuestra estupidez anterior no nos perjudique tanto.