En un post anterior dije que bitcoin vale $0. Desde un punto de vista estrictamente teórico sigo pensando que es imposible tasar esa moneda. Sin embargo, desde lo utilitario, sí creo que bitcoin tiene grandes cualidades. No sé hasta qué punto esas cualidades sean perdurables. Sólo sé que en un mundo hipervigilado bitcoin puede darnos un poco de libertad. Es por ello que de unos meses para acá he comenzado a crear un criptoahorro.
Sigo siendo escéptico. Y pesimista. No creo que alcance a vivir en un mundo en el cual podamos escapar de la vigilancia. Pero cuando recuerdo que el dólar, teóricamente, tampoco vale nada, pienso: ¿qué más da? El oro, otros minerales y algunas piedras son dinero real, lo demás es deuda. Los ladrillos y la tierra protegen el valor y, a menudo, se actualizan con la inflación pero son difíciles de intercambiar. ¿Qué nos queda entonces? Nos queda fluir con la masa. Si la masa aprecia el dólar, ahorre en dólares aunque no valgan nada.
Yo ahorro, entre otras cosas, en dólares. No lo veo como una inversión sino como una herramienta. Si voy a viajar es mejor tener dólares a la mano; si mi país cae en manos de un zurdo empobrecedor, es mejor tener una cobertura en divisas. Lo segundo ya está pasando. Es cierto que esos papeles valen por pura tradición (e imposición), pero con todo y eso, el mundo los demanda más que a nuestros cochinos pesos. Pues bien, para diversificar el portafolio de activos que no valen un carajo comencé un pequeño ahorro en bitcoins. Lo hago porque veo en Bitcoin (la red) y en bitcoin (la moneda), las siguientes cualidades:
Privacidad.
Es quizás lo que más me motiva a tener un pequeño criptoahorro en bitcoins. Estoy hasta el pescuezo de la vigilancia, los sistemas de fidelización, los programas de puntos y las declaraciones exógenas. Los bancos, por ahora, son un mal necesario pero los burócratas no. Nunca lo han sido. La privacidad es un derecho humano fundamental.
Ese derecho nos fue arrebatado por los burócratas y sus socios los banqueros. Así como nadie tiene derecho a vernos el culo mientras nos bañamos, nadie debería saber qué hacemos con nuestros recursos.
¿A quién le compró? ¿En cuánto? ¿Con cuál medio de pago pagó? Todo lo saben. Su trabajo es saberlo todo porque las aguamasas que tragan se pagan con lo que nos esquilman. Si voy al cine, lo saben; si compro una camisa, lo saben; al remodelar la casa los primeros enterados son ellos.
Cada vez que uso mi dinero fíat, una quinta parte de él llega a los bolsillos de los burócratas. La falta de privacidad encarece nuestras vidas. Si algún día queremos matar de hambre a los parásitos debemos comenzar hoy mismo a proteger nuestra privacidad.
Algunos dicen que no les preocupa su privacidad porque no tienen nada que esconder. Estúpidos imbéciles. Debemos proteger nuestra privacidad porque sin ella no existe la libertad. ¿Qué tan libres somos si no podemos hacer un negocio sin darle una parte a los parásitos que no aportan nada? Feudalismo moderno donde usted produce y ellos cobran por dejarlo producir. Creo que por ahora Bitcoin, la red, y bitcoin, la moneda, garantizan un nivel aceptable de privacidad.
Descentralización.
Descentralización significa usted y yo. Sin intermediarios. Usted es un programador y yo necesito un software. ¿Quién falta en la ecuación? ¿El banco? ¿El Ministro de las TIC? En esa ecuación no falta nadie. Yo tengo una necesidad (el software), usted tiene una habilidad (la programación), ergo este asunto lo tratamos entre usted y yo. Si el Ministrico quiere plata que aprenda a programar o que venda a su puta madre en una subasta de marranos. Debemos volver a comerciar entre pares como era antes de que la educación pública nos convenciera de que mantener sanguijuelas inservibles nos beneficiaría.
Algunos intermediarios realizan una buena labor. Es el caso de Uber. La intermediación que ellos realizan va más allá de conectar conductores con pasajeros. Además de esto, las dos partes tienen la confianza de que el intermediario ha verificado que el conductor no es un asesino exconvicto. O eso dicen. Tal vez sea cierto porque, si bien ha habido algunos incidentes, no son la regla. Como sea, no es descabellado pensar que a futuro podremos hacer lo mismo sin intermediación. Los contratos inteligentes pueden servir a ese propósito.
Autonomía y control.
Hace un tiempo intenté hacer una transferencia a un bróker en Australia y mi banco me puso mil problemas. ¿Por qué va a enviar ese dinero? ¿Va a hacer envíos recurrentes? ¿Esa entidad también le va a enviar a usted? Cuando por fin me permitieron disponer de mi dinero me cobraron una fortuna por oprimir la tecla enter. ¿Por qué tantas trabas para disponer de algo que se supone es mío? Ese día comprendí que somos dueños de la cuenta bancaria pero no del dinero depositado en ella. ¿Qué pasaría si la mitad de ahorradores decidiéramos retirar nuestro dinero? El banco no podría dárnoslo porque no lo tiene en su poder. En realidad, el dinero que tenemos en los bancos solo son números en una pantalla.
Por un lado los bancos nos roban la autonomía. Por el otro, los gobiernos tienen todo el control sobre nuestro patrimonio. Recientemente los venezolanos y los zimbabuenses lo perdieron todo por la devaluación. El mismo camino lo están recorriendo los turcos y los argentinos. Su patrimonio resguardado en moneda gubernamental es frágil y puede desaparecer en cuestión de meses. En Colombia, cada vez que el asno que eligieron presidente rebuzna, la moneda se devalúa un poco más. ¿Qué autonomía y control tenemos cuando el valor de nuestro ahorro lo determinan los parásitos? Expropiar su riqueza es muy fácil. Basta imprimir más de lo mismo y adiós valor.
¿Pensaba comprar un auto con su ahorro? Ahora le alcanza para una bicicleta. Y en unos meses le servirá para comprar unos patines. Necesitamos el dinero fíat y lo seguiremos usando pero no perdamos de vista que, ni es nuestro, ni lo controlamos. La generación a la que pertenezco nunca ha tenido dinero valioso porque nacimos después del fin del patrón oro. Entonces, ¿qué más da ahorrar un poco en un activo sin subyacentes que lo respalden?
El único responsable de mi criptoahorro soy yo. No hay servicio al cliente ni asesor bancario. Yo soy el banco y también el ahorrador. No hay filas. Las claves de acceso a mis fondos las tengo bajo mi custodia y responsabilidad. No pido permiso para transferir mi dinero y no doy explicaciones cuando lo recibo. Si yo le pago, o usted me paga, los fondos se reflejan de inmediato y las comisiones son ridículamente bajas.
Censura.
El mundo está dividido en buenos y malos. Los malos son ellos, los buenos somos nosotros. Y lo mismo piensan ellos. Eso ha construido fuertes barreras entre las naciones y los individuos. Algunos gobiernos no le permiten a sus ciudadanos negociar con personas o monedas de ciertos países. Esto se acaba con las redes descentralizadas como Bitcoin. Al ir los fondos directamente del comprador al vendedor, sin pasar por las censuras bancarias y gubernamentales, los individuos podemos hacer tratos con quien queramos sin importar la bandera de la contraparte. Un cubano, por ejemplo, que no pueda comerciar en dólares, puede hacerlo en bitcoins. Me refiero a un cubano de a pie, claro. Los del Comité Central del Partido no tienen ese problema. Ellos alquilan médicos en divisas imperialistas…
Creo que esas cualidades me llevaron, meses atrás, a comenzar un criptoahorro. Por ahora solo he adquirido un servicio web con bitcoins y me gustó la experiencia. El tiempo dirá si esa tecnología logra convertirse en un medio masivo de intercambio. Para mí no se trata de comprar un sándwich con satoshis. Para eso están las monedas que imprimen nuestros paisuchos endeudados. Tampoco se trata de hacer ese embeleco llamado trading. La especulación muy difícilmente le da beneficios a los minoristas. Por ahora es solo un ahorro protegido de los parásitos.
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