Homúnculos

Hay individuos a quienes por su condición de homúnculos debe negárseles el derecho a la alegría. Es el caso de los colombianos, una especie de mamíferos en obra negra que cuando están alegres destruyen todo a su paso. No son los únicos, desde luego. Homúnculos somos todos los latinoamericanos pero el caso de los colombianos es crónico e incurable.


Homúnculos.

HomúnculosParece que el primero en usar el término homúnculos fue el alquimista Paracelso. Él afirmó que en su laboratorio pudo crear un hombrecillo deforme, ignorante, ordinario, bruto, vulgar y ladrón como él solo.

Los ingredientes que ocupó para su obra fueron: mercurio, carbón, piel de animal, estiercol de caballo y pelo de humano. Se mezclaron los ingredientes en orina de rata gris y el mejunje resultante se enterró durante 40 noches. Al cabo de ese tiempo, de la tierra manó un ser abominable que atracaba a todos aquellos que tenían la desdicha de cruzarse en su camino.

Paracelso dijo que así había creado a su mostrete europeo. Yo creo que esos ingredientes no son suficientes para crear a un homúnculo colombiano. Para ello, debemos agregarle a la receta una pizca de heces de perro con parvovirosis y 4 hojas de El Capital de Marx. Puede ser en las que el mantenido hablaba de la plusvalía.

Lastimosamente, Paracelso no pudo demostrar su prodigio pues el homúnculo huyó. Eso dijo y yo le creo. Cuenta la historia que el hombrecillo de Paracelso se escondió en un barco sin percatarse de que la nave estaba a punto de partir. El bote se hizo a la mar y, tras no pocas lunas e intensos zarandeos, llegó a una tierra donde el homúnculo encontró a una especie compatible con la cual pudo aparearse y dejar su invaluable descendencia. Esa tierra es la que hoy conocemos como América Latina Letrina.


Saber quiénes son los homúnculos, su historia y los materiales con los cuales fueron fabricados nos sirve para entender lo que ocurrió ayer en la final de la Copa América. Dos pueblos homúnculos se disputaban el insignificante galardón: Colombia y Argentina. Los primeros, homúnculos en su estado más puro; los segundos, homúnculos hibridados con los peores genes de Europa. Dos razas repulsivas que demuestran que la naturaleza sí se equivoca.

Cualquier persona como yo, que tenga exceso de experiencia en tratar con homúnculos, debía saber que eso estaba destinado a salir mal. Quienes conocemos a estos prehomínidos sabemos que una de sus muchas taras es creer que tienen derecho a todo y que el mundo está en deuda con ellos. De eso los han convencido los delincuentes que imparten esa monstruosidad que en América Letrina llaman educación.


Y como tienen derecho a todo pues tienen derecho a entrar a donde no han sido invitados. Y eso hicieron: llegaron en manada, derribaron las vallas de seguridad, arrancaron puertas y ventanas, pasaron por encima de los guardias y abriéndose paso a coces, codazos y pontocones entraron a ver un espectáculo para el cual no compraron boleto. ¿Por qué comprarían un boleto de U$1.000 si en su país no pagan un pasaje de bus de U$1? ¡Que paguen los idiotas! Nosotros, los homúnculos, somos muy vivos

Sus profesores deben estar orgullosos. Hoy en todos los colegios y universidades públicas de Colombia deben estarles mostrando los videos a los aspirantes a homúnculos para que se motiven a seguir luchando por sus derechos… Ah, no, mañana, cierto que el camarada decretó día cívico para celebrar el fracaso…

Algunos guardias intentaron contener la furia ciega de los homúnculos pero fue imposible. La horda de animales salvajes los sobrepasaban en número y en ganas de matar. Aquellos que no pudieron entrar por las escaleras lo hicieron por los ductos de ventilación. Arrancaron las láminas e ingresaron al estadio. Todavía debe haber homúnculos en los ductos apareándose y robándose el cableado de cobre. Si no llaman hoy mismo al departamento de control de plagas lo van a lamentar.


La destrucción no fue el fruto de un resultado adverso. Los homúnculos destruyen por gusto. No bien entrando lo destruyeron todo. El Hard Rock Stadium quedó convertido en un muladar, en un chiquero, en una representación a escala de cualquier ciudad colombiana.


Encontrar a un colombiano perdido es fácil: solo hay que seguir el rastro de basura. Donde termina el rastro de mugre, ahí está el hijueputa. —Karniv Stekel.


Vidrios rotos, barandas destrozadas, inodoros arrancados, mierda de perro, pañales de sus bebitos homúnculos, gritos, sangre, dientes, reguetón, basura por doquier. El horror, el infierno sobre la tierra. Yo he vivido eso en carne propia.

Los guardias no daban crédito a lo que estaban viendo. Ellos habían visto muchas veces a los homúnculos colombianos pero, seguramente, no habían visto tantos ni tan alegres. Yo los entiendo. Un colombiano solito puede llegar a ser un animalito adorable, como un murciélago o una lombriz intestinal. Pero juntos no. Juntos son hienas aterradoras y si están felices, es mejor que se aparte o corre el riesgo de que lo involucren en su celebración y eso, a menudo, significa morir cosido a puñaladas.

Hoy muchos guardias pasaron su carta de renuncia. Otros fueron internados en hospitales psiquiátricos. Los menos afectados tuvieron horribles pesadillas en las que sus hijas se cruzaban con los homúnculos y de sus entrañas advenían seres horripilantes cuyo llanto estentóreo sonaba como la cacofónica tonada de un acordeón. Ninguno quiere seguir viviendo en Florida. Muchos ni siquiera quieren seguir viviendo.

La municipalidad por su parte no sabe qué hacer con el estadio. No hay suficiente amonio cuaternario en el mundo para desinfectarlo. Consulté a varios expertos en salud pública y todos coinciden en que es mejor demolerlo y quemar sus escombros antes de que ese lugar se convierta en un foco infeccioso de colombianidad. Ningún pueblo del mundo merecería eso.

Categorías: Personal, WTF!
Inversor

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