La mayoría de adultos actuales quieren ganar un poco más de dinero para poder parecer ricos. No para serlo pues eso requeriría hacer cosas incómodas y aburridas que casi nadie quiere. Con parecerlo les basta. Esa patética forma de vida se ha extendido por el mundo como una plaga, alentada, en parte, por las RR. SS., y sus ridículos estándares.
Radiografía del patetismo.
El auto del año en su quinta cuota (de ciento veinte); la última versión del celular para ver memes; la originalísima foto tratando de asir la Torre Eiffel con dos dedos ya llegó a doscientos likes; a lo lejos se puede ver que en uno de sus zapatos dice Dolce y en el otro, Gabanna…
Sin embargo, esta persona tan distinguida está preocupada porque sabe que la orden de embargo está a punto de salir del juzgado. Lo que más le angustia no es que le quiten sus bienes, es que los otros impostores se enteren de su desgracia.
Esa escueta descripción, aunque parezca ridícula y caricaturesca, es común a millones de individuos que decidieron dedicar todos sus esfuerzos a parecer ricos.
Es comprensible, parecer ricos es, aunque desgastante, relativamente fácil. Serlo, en cambio, es jodidamente difícil. Para parecer ricos, solo necesitan bienes de consumo, esos son baratos. Para ser ricos, en cambio, necesitan activos que a menudo nadie ve. ¿Por qué comprarían bienes si nadie se va a enterar? ¡Entonces qué gracia tiene!
Hace poco vi un video en el cual le preguntaban a los transeuntes qué harían si ganaran la lotería. La mayoría recitó un libreto que parecía ensayado: comprarían una mansión para vivir, uno o varios autos de lujo y viajarían por el mundo. O sea pasivos.
Ni uno solo habló de crear un portafolio diverso que incluyera bienes raíces, acciones y ETFs, FICs, bonos, derechos fiduciarios, divisas, participaciones y, por protección y refugio, una pequeña parte en oro, algo en piedras y Bitcoin. Ni uno solo.
Lo tragicómico de este asunto es que, si hicieran lo segundo, en poco tiempo podrían tener lo primero y de forma sostenible. Es decir, con los rendimientos de sus activos podrían disfrutar, sin interrupciones, de sus ansiados pasivos. Es el único orden en que puede funcionar pero para ello tendrían que posponer la satisfacción inmediata.
Esto es una verdad incontrovertible: quienes quieren parecer ricos, compran pasivos y bienes de consumo; quienes quieren ser ricos, compran activos.
Los componentes de la farsa.
Todos los personajes que quieren parecer ricos comparten algunos rasgos fácilmente identificables. En algunos, los casos más graves y por tanto incurables, se presentan todos al tiempo.
Sobreexposición.
Es quizás en lo que más coinciden aquellos que quieren parecer ricos. Este tipo de personas suelen sobreexponer sus vidas en Internet. De hecho, mostrarse como pavos reales (pero desplumados) es la razón de su existencia.
Estos sujetos hacen presencia activa, muy activa, en las redes sociales. El numero de redes en las que tengan cuentas, y las usen, será directamente proporcional al grado de arribismo que padezca el enfermito.
Sabremos que el paciente está irremediablemente perdido cuando sube la misma foto, de forma simultánea, en todas sus redes esperando que los mismos idiotas, a menudo unos completos desconocidos, reaccionen en cada una de ellas.
Estas personas tienen la admirable capacidad de reciclar sus intrascendencias. A un roll de sushi le toman 52 fotos, en diferentes ángulos y con diferentes filtros, y así pueden presumirlo todo el año. Si esa creatividad la usaran para crecer de verdad, Elon Musk y Carlos Slim serían sus mayordomos.
La foto del ala del avión no puede faltar en las redes sociales de quienes quieren parecer ricos. Esto no ocurrirá con alguien realmente rico pues, primero, no usará las redes para presumir algo tan cotidiano como un viaje y, segundo, porque como siempre viaja en primera clase nunca ven los planos de la aeronave.
Ir del punto A, al punto B, no es algo para presumir. En este momento hay unos 17.000 aviones volando. ¿Qué hace tan especial a su vuelo? ¿Que usted va en él? Las únicas personas que deberían presumir un vuelo son los hermanos Wright. Un plato de comida tampoco es algo que merezca medio centenar de fotos salvo, eso sí, que se trate del mismísimo plato servido en la Última Cena o del pernil ahumado del último Dodo.
FACILISMO, INFANTILISMO Y MEDIOCRIDAD.
¿Quién quiere leer un libro semanal? ¿Quién quiere renunciar a lo que cree saber? Las personas que alcanzan un grado de riqueza considerable leen todo el tiempo porque a esos niveles solo se llega entendiendo las dinámicas del mundo. Dinámicas que, huelga decir, por ser cambiantes obligan a vivir en constante actualización. La economía se mueve por ciclos y es necesario conocer las oportunidades y amenazas que cada uno presenta.
Las personas que quieren parecer ricas, en cambio, creen que a la riqueza se puede llegar leyendo el libro 7 pasos para ser rico, aplicando los disparates de Fraudesaki o tomando el curso Tu primer millón. La autoayuda y el pensamiento mágico están presentes en sus anaqueles, en sus historiales de búsqueda y en sus vidas. No puede ser de otra forma: conocimientos falsos para amasar fortunas falsas.
Cuando dicen querer aprender a invertir leen el libro de una hormiguita que se hizo millonaria a pesar de que en el bosque nadie creía en ella. Como sus propósitos no son serios y solo quieren parecer ricos, no buscarán los textos que hablen de PER, P/S, ROE, ROA, ROIC, yield, P/VL, EV/EBITDA, etc. En su lugar, buscarán la fábula, el cuento, lo fácil, lo infantil. Fingirán que se cultivan. Fingirán y fingirán.
Si algún día se atreven a salir de su zona segura, es decir de los ingresos fijos que les permiten aparentar, lo más seguro es que elijan mal, inviertan mal y fracasen. No puede ser de otra forma. Si alguien hace lo que recomienda Kiyosaki es muy probable que le vaya como a Kiyosaki. Además, como se prepararon para el mundo de los negocios leyendo el libro de una abejita que vendió su panal, sus emprendimientos casi siempre se estrellan poco después del despegue.
MIEDO.
El miedo es una emoción maravillosa porque nos ayuda a advertir y evitar situaciones que amenazan nuestra existencia. No obstante, sentir un gran temor al invertir solo significa una cosa: que esa persona no tiene la menor idea de lo que está haciendo. Es lo mismo que sentiría un pez si lo obligaran a conducir una motocicleta.
Si lo que se está haciendo ha sido estudiado, los vaivenes del negocio jugarán a su favor. Es lo que ocurre en la bolsa donde no podríamos comprar acciones si otro no estuviera vendiéndolas. Pues bien, cada vez que cae un activo y los aventureros salen corriendo a vender, hay alguien que conoce el negocio y les compra el miedo. Si la acción ha sido bien estudiada, si se conoce su valor intrínseco y si la caída no obedece a una situación de gravedad, el miedo sobra pues estamos ante una oportunidad.
En algunos adultos infantilizados que juegan a parecer ricos el miedo funciona al revés. Cuando van ganando, venden precipitadamente para «asegurar» el beneficio. Cuando van perdiendo, en cambio, aguantan la posición con la esperanza de recuperar lo perdido. Interrumpen las ganancias y dejan correr las pérdidas. Ellos no invierten: apuestan. Les da miedo ganar y les da miedo perder. Por fortuna para nosotros, ellos son el desastre que mantiene el mercado en movimiento.
PREFERENCIA TEMPORAL.
Dejé esto para al final pues considero que es lo más importante. La preferencia temporal es más que nada una medida (relativa) de autocontrol. Nos indica cómo está configurada nuestra mente con respecto a los beneficios y recompensas.
Una preferencia temporal alta, buscará el beneficio rápido, la satisfacción inmediata. El viaje a Melgar hoy por sobre el viaje a Mýkonos en 3 años. En este grupo encontramos a los patéticos bufones que buscan parecer ricos. No son personas propensas a ahorrar, a invertir o a construir portafolios duraderos. Su horizonte es corto, muy corto. Su lema es: «Más vale pájaro en mano que ciento volando». Son las personas que, buscando rentabilidades absurdas, caen en las pirámides, multiniveles y demás embelecos de los vendehumos.
En la otra orilla tenemos a las personas realmente estructuradas. Ellos siempre tendrán una preferencia temporal baja y, en consecuencia, serán quienes creen fuentes de ingresos sostenibles y amasen fortuna. Son estas personas quienes construyen sociedades prósperas. Cada uno de sus movimientos tiene un horizonte, cuando menos, de mediano plazo. Buscan rentabilidades realistas pero perdurables y crecientes en el tiempo. Al final, el tiempo y el interés compuesto crean los beneficios inmensos que los tontos del grupo anterior buscaban obtener en una semana.
Cada quien es libre de elegir el camino a tomar, pero en el mundo real solo un camino conduce a la riqueza. Adivine cuál… Parecer o ser. Usted decide.