Esclavitud

Estuve leyendo la página de Wikipedia sobre la esclavitud y, habiendo leído apenas sus primeros párrafos, creo que necesita con urgencia una edición. O al menos una actualización pues la información publicada desconoce las nuevas formas de sometimiento que se emplean alrededor del mundo.


MONEDAS FIAT DIGITALES (CBDC) Y CONTROL TOTAL.

Desde el Nixon shock (15 de agosto de 1971, el fin del patrón oro) los dotores humanistas del sector público nos están robando el poder adquisitivo. Empero, como era de esperarse, los ciudadanos libres nos adaptamos a vivir con la pérdida constante del valor. Las lacras descubrieron que uno de los mecanismos de supervivencia usados era el dinero físico circulante, aquel que nos permitía operar entre pares (P2P), por fuera del radar de las hienas y sin tenerles que dar una gran porción de nuestro trabajo para que creen entidades encargadas de enseñarnos que existen las mujeres con pene.

Por eso ha llegado la hora de acabar el dinero en efectivo o, al menos, reducir al máximo su uso. El fin del dinero en efectivo es el fin de la libertad porque una sociedad sin dinero que circule de mano en mano es una sociedad vigilada hasta en sus asuntos más íntimos. Hasta ahora nos parece una distopía lejana pero en realidad es algo que está ocurriendo sin que los medios hagan mucho eco de ello. Veamos qué nos dice el CBDCTracker:


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Los datos de este rastreador de CBDC (monedas digitales de bancos centrales) están actualizados a septiembre de 2024. En la imagen podemos ver que a esa fecha había: 3 CBDC lanzadas; 44 pilotos; 19 en desarrollo; 39 en investigación; 21 inactivas; 2 canceladas y 6 en otra etapa. Son 134 países trabajando en sus monedas centrales digitales. ¿Le sigue pareciendo una distopía lejana?

Las CBDC son peligrosas porque le dan control absoluto de nuestros movimientos al emisor de la moneda y a los gobiernos. El efectivo es, hasta cierto punto, irrastreable. Una vez que el emisor libera el efectivo es muy difícil saber qué se ha hecho con él. Esa privacidad la perderemos cuando las CBDC reemplacen al efectivo.

El estado te cuida…

Como los parásitos que nos gobiernan descubrieron que fingir interés en nuestro bienestar les llenaba los bolsillos, se dieron a la tarea de inmiscuirse en nuestras vidas al punto de querer controlar cada cosa que ponemos en nuestros cuerpos. Desde luego a esos malnacidos no les importa si sus súbditos fuman como lavanderas muecas, beben como cosacos o mascan chicle con el orto. Lo único que realmente les importa es obtener un beneficio de cada cosa que hacemos.

Los tales impuestos saludables (que es un concepto tan absurdo como violación romántica), por ejemplo, no disminuyen el consumo de comida chatarra pero aumentan la captura de rentas. Es lo único que importa. Con el dinero recaudado expoliado, hacen campañas para que la chusma deje de beber aguamierdas azucaradas y, con el tiempo, terminan creando el Viceministerio de Asuntos Endocrinológicos con Perspectiva de Género. Las campañas no cambian nada pero en cada una se roban un 30% y viven como reyes a costa de los pobres güevones que los mantienen y les agradecen por cuidarlos.


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Con las CBDC será mucho más fácil despojarnos de lo poco que nos quede. Es el único propósito verdadero de cualquier gobierno. Si su dinero es 100% auditable y trazable será muy fácil saber qué hace con él. Veamos un par de ejemplos: si papito Estado considera que usted usa mucha gasolina es posible que le imponga una multa o un gravamen diferencial (para salvar el planeta, desde luego). La gasolina de su auto familiar destruye el mundo, la que usan los aviones del gobierno no. Lo mismo podría hacer si en sus registros nota que usted consume mucha carne roja y debe castigarle por apoyar la malvada ganadería que destruye la galaxia con el metano de las vacas.

En la otra orilla tendremos a los ciudadanos obedientes. Aquellos que viajan hacinados en el transporte público y almuerzan gusanos. Ellos recibirán beneficios del gobierno como puntos intercambiables, mejores condiciones en créditos, entradas para el torneo de billar subacuático organizado por el Ministerio del Poder Popular para el Deporte Ancestral o becas para estudiar obstetricia de chiques trans. ¿Le parece absurdo? Pues ya existe en 62 ciudades chinas y usa millones de cámaras de vigilancia, Inteligencia Artificial y el análisis de los datos de consumo de los ciudadanos (sus compras). ¿Cuánto tiempo cree que tarde en llegar a su país?


NO TENDRÁS NADA (Y SERÁS FELIZ).

La frase «No tendrás nada y serás feliz» proviene de un video del Foro Económico Mundial (WEF) del 2016 y hace referencia a un ensayo escrito por la política danesa Ida Auken. En su ensayo, Auken, quien desde luego es de izquierda, describía la vida en una ciudad en la cual el narrador no posee auto, casa, electrodomésticos o ropa, y en su lugar depende de servicios compartidos para todas sus necesidades diarias. El colectivismo soñado por tantos intelectuales y universicarios de todos los tiempos en todas las capas sociales.

Su ensayo inicialmente se llamó «Bienvenido a 2030. No poseo nada, no tengo privacidad y la vida nunca ha sido mejor». 4​ años después cambió su título por: «Así es como la vida podría cambiar en mi ciudad para el año 2030». Algunas personas piensan que el ensayo no es más que una utopía, un ideal delirante de difícil realización. Pero… Pensémoslo bien… ¿Lo es? Echemos un vistazo rápido a nuestra actualidad.


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El transporte.

Alrededor del mundo los politiqueros de corriente bien-pensante, es decir, la mayoría de la gentuza que se dedica al noble oficio de vivir del discurso y robar, legislan en contra del uso de los autos particulares. En su lugar, mediante impuestos, sobretasas, aranceles y demás, obligan a sus siervos a usar transportes públicos incómodos, ineficientes, insalubres e inseguros. La excusa es fácil de tragar y muy digestible: el medio ambiente, el Quinto Jinete de la manipulación buenista.

No obstante el discurso emocional, sensiblero, patético e infantil, lo cierto es que la única razón por la cual esos delincuentes aprietan a los ciudadanos con restricciones e impuestos confiscatorios es para obligarlos a utilizar los servicios de transporte controlados por ellos o por sus fichas. Es decir, para robarnos más. El medio ambiente les importa un carajo: el enfermo mental que «gobierna» a Colombia viaja alrededor del mundo en su avión pontificando de lo que no sabe y advirtiéndole a los pocos incautos que lo escuchan de los riesgos que corre la especie humana si siguen yendo al trabajo en sus Chevrolet Spark… Después, se sube en su avión, cruza medio planeta, quema otros 2.500 litros de Jet Fuel y se baja en su próximo destino a hablar del apocalipsis (el agamenón le llama él que es tan culto) causado por los combustibles fósiles.

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No tendrás nada y serás feliz…

En el futuro cercano, pondrán más restricciones a la circulación, más impuestos a los vehículos y nuevos gravámenes a los combustibles obligando a los ciudadanos a ir a sus trabajos, día tras día, apilados como animales en esos camiones marraneros que llaman transporte público.

Pese a lo indigno de esta ridícula situación, muchos estarán complacidos por estar ayudando a salvar el mundo. Ellos de verdad creen que su sacrificio es valioso. Y lo es: pero para los bolsillos de los politiqueros que reciben inmensas comisiones por parte de los operadores de los camiones de Mauthausen.


La vivienda.

Nuestros abuelos morían dejando tras de sí propiedades, terrenos, semovientes y dinero real (oro y billetes que en aquellos días eran papeles convertibles). Casi todo el mundo tiene una historia de prosperidad que contar de sus abuelos o ancestros más lejanos. Esas historias de independencia, autosuficiencia y abundancia son cada vez más difíciles de replicar en esta era de [nueva] esclavitud. Las cuentas ya no dan.

Esclavitud
No tendrás nada y serás feliz…

En los Estados Unidos de 1950, los años prósperos de la posguerra, el precio medio de una vivienda era de USD 7.400. Ese dinero, ajustado a la inflación, sería equivalente a USD 90.000 – 100.000 de hoy (aproximadamente). Sin embargo, el precio medio actual es de USD 510.000.

Si un trabajador cobraba un mínimo de USD 0,75 por hora y trabajaba 8 horas diarias durante 25 días del mes, su ingreso medio sería USD 150 mensuales, lo que implica que una casa se pagaba con 4,1 años de ingreso bruto.

Al día de hoy, con un ingreso mínimo de USD 12 por hora, la casa media se paga con 17,7 años de ingreso neto. El salario subió 16x mientras las casas subieron 70x. Si trabajar como un burro durante 25, 30 o 40 años para pagar un puto techo no es esclavitud yo no sé que sea.

En este país, Estados Unidos, miles o millones de personas viven en sus autos o en la calle. No todos son drogadictos ni enfermos mentales. De hecho, muchos son personas 100% funcionales, con trabajos e ingresos mensuales que sencillamente no alcanzan para pagar una renta y mucho menos para adquirir una propiedad. Al final, ante el elevado coste de vida deben sacrificar algo y sacrifican el techo.

Esclavitud
No tendrás nada y serás feliz…

Como los humanos tenemos la horrible costumbre de aplicar soluciones que agravan los problemas, algunos inescrupulosos —ayudados por los dotores que les expiden licencias de construcción a cambio de módicas sumas— construyeron torres de apartamentos o modificaron edificios viejos para crear verdaderos calabozos a los que eufemísticamente llaman «microapartamentos».

Pero no son apartamentos, son cajitas de Skinner, jaulas en las que cabe el inquilino y el dióxido de carbono que expele por el hocico. Hago énfasis en la palabra inquilino porque el negocio con estas covachas no es venderlas sino construir edificios completos de ellas y alquilarlas. Con lo que se paga de renta mensual por uno de estos cambuches en Manhattan, en Tokio o en Seul se puede pagar todo un año de un departamento espacioso en América Letrina, el continente de los homúnculos.

Como la perversidad es más digestible cuando se adereza con eufemismos, a esa espantosa forma de vida le llamaron coliving y no es otra cosa que minúsculos habitáculos privados y el resto de espacios compartidos. O sea una cajita para dormir y fuera de ella un baño donde siempre hay fila para mear. Básicamente son los mismos inquilinatos donde antes vivían las putas, los atracadores y los travestis pero ahora mejor pintados, mejor ubicados y habitados por programadores junior, cajeros de banco y funcionarios públicos (para que no extrañaran a los atracadores).


El entretenimiento. 

Hasta hace muy poco éramos dueños de las películas, los discos y los libros que comprábamos. Fueran piezas originales o copias pirateadas, lo cierto es que eran físicamente nuestras. Poseíamos el bien y podíamos disfrutarlo, prestarlo, regalarlo, alquilarlo o venderlo. Pero eso se acabó en la era de la esclavitud moderna.

Ahora todo nuestro entretenimiento es alquilado. Pagamos una suscripción mensual para escuchar música, otra para ver series y películas y otra para leer libros y/o revistas. Nada de eso nos pertenece. Las cosas que nos gustan las podemos disfrutar mientras sigamos pagando, mes a mes, el importe. No paga, no escucha. Punto.

Es cierto que así es más cómodo y quizás también sea más económico pero el punto es que no poseemos nada. Todo esto está conectado. Debemos tener una tableta (que en breve dejará de funcionar por la obsolescencia programada) para leer los libros (ahora alquilados) porque no podríamos tenerlos en los microapartamentos de 6 m2. O caben los putos libros o cabe la puta cama y si por fortuna caben ambos entonces, vida hijueputa, no cabremos nosotros.


Esclavitud
En Emule compartíamos cualquier cosa.

Y la abrazadera se va cerrando. Recientemente, Amazon informó que a partir de febrero del presente año no podremos descargar los libros que compramos para el Kindle. Es decir, los compramos, los pagamos con dinero que nos costó tiempo ganar (tiempo = vida) pero no son nuestros. Algo así como las casitas en el socialismo: el Estado les da casitas a sus siervos (porque se preocupa por ellos y los ama, desde luego) pero no la pueden vender, alquilar, permutar, etc. El siervito vivirá donde le diga su amo…

Si ya está mal visto usar el auto (es egoísta, dicen ellos), tener una casa propia nos cuesta 20 o más años de vida y no podemos ir a comprar un helado sin ser registrados por 20 cámaras de vigilancia (que nos cuidan, desde luego), ¿cómo será el mundo en 20, 30 ó 50 años? ¿Qué clase de sometimiento le espera a los humanos del futuro?

Es gris oscuro el panorama que se cierne sobre las próximas generaciones condenadas a vivir vidas de esclavitud edulcorada con eufemismos. ¿Podrá la blockchain, la criptografía y el software libre ayudarnos a evitar la condena o al menos a agrandar y remodelar la celda? Yo creo que sí pero de eso hablamos luego. Hasta la próxima.

Categorías: Libertario, Personal
J. Inversor

Escrito por:J. Inversor Otros posts del autor

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