En los días que estamos viviendo no es muy difícil advertir lo que nos espera a los ciudadanos del común. La vigilancia permanente sobre todos los elementos de la sociedad; los intentos cada vez más exitosos por imponer las monedas fiduciarias 100% trazables (las CBDC) y un sinnúmero de medidas que se aplican de forma paulatina contra los individuos dejan ver sin opacidades el rumbo que estamos tomando.
La política ha muerto en todos los rincones del mundo. Ninguna persona decente confía en esos delincuentes execrables. Solo los enchufados zalameros que obtienen algunas migajas de sus amos siguen apoyando a los políticos. Los sectores públicos de las naciones, la burocracia parásita, crece sin freno con el único propósito de seguir capturando rentas que mantengan funcionando la maquinaria electorera. La academia respalda el crecimiento del aparato corrupto porque, si no fuera por el sector público, muchos dotores morirían de inanición.
¿Y los ciudadanos sin poder político? Lo que nos espera a la mayoría de ciudadanos del común es convertirnos en súbditos. Esclavos de un sistema diseñado y dirigido por los peores elementos de la sociedad. Decía Scott Adams en su Principio de Dilbert que «los individuos más incompetentes son quienes suelen ascender a los cargos directivos en una empresa». Eso podríamos adaptarlo al sector público y sin temor a equivocarnos podríamos afirmar que «los delincuentes más perversos e inescrupulosos tienen más posibilidades de ascender a los puestos de poder que las personas decentes».
En cada país del mundo una minoría de avivatos encontró la forma de vivir de las mayorías trabajadoras y productivas. Una gran parte de la riqueza de los ciudadanos se transfiere, de forma coercitiva y punitiva, a los bolsillos de esas lacras sin valor humano alguno. Los ciudadanos, en respuesta al latrocinio, sin descanso buscan y encuentran formas de eludir, al menos en parte, la pesada e insoportable carga que los parásitos ponen sin tregua sobre sus raquíticos hombros.
Por eso los expoliadores han ido cerrando la abrazadera. No pueden concebir que el ciudadano del común conserve para sí al menos una pequeña parte de la riqueza que produce. Amparándose en discursos buenistas de obvia mendacidad, argumentan que necesitan más dinero para los planes sociales, es decir, para aumentar la relación clientelar y dependiente con sus súbditos. La limosna que generosamente reparten hoy —robando el esfuerzo de otros— paga por adelantado los votos de los próximos comicios.
Los innecesarios puestos públicos que crean son ocupados por sus amigos y por sus cómplices pero también por sus rehenes: cautivos reclutadores de votos cuya continuidad laboral depende de que el amo vuelva a ganar. «Gracias a mí es que comes. Ahora ve y consígueme votos». No hay votos, no hay sueldo. Lo que importa no es que el funcionario pueda ejercer bien su labor, total es un puesto innecesario, absurdo y sacado de la manga, lo realmente importante es que pueda convencer a muchos incautos para que voten por su benefactor.
Lo que nos espera es que todo será auditado, todo será trazado y analizado: sus ingresos, sus egresos, sus hábitos de consumo, sus creencias, sus relaciones interpersonales, sus aficiones, su estado de salud, todo será transparente porque la privacidad es un obstáculo que debe ser removido para que ellos, los parásitos, las lacras, puedan controlarlo y quitarle lo poco que aún no le hayan confiscado.
Su adhesión al sistema de control totalitario le procurará beneficios. Rehusarse le acarreará sanciones sociales, pecuniarias, políticas e incluso castigos físicos. Ya existe el crédito social en China y el modelo se esparcirá por el mundo como la peste que en efecto es.
No habrá banda criminal política en el mundo que rechace implementar este prodigio en sus feudos. ¿Por qué unas lacras parasitarias rechazarían la oportunidad de adquirir el control omnímodo sobre las vidas y los bienes de aquellos infelices que los mantienen viviendo como reyes? Ningún ladrón de oficio podría resistirse a esa tentación.
Esto no es el futuro. Es el presente, está aquí. Al día de hoy en el mundo hay 3 CBDC lanzadas; 44 pilotos; 19 proyectos en desarrollo; 39 en investigación; 21 CBDC están inactivas; 2 canceladas y 6 en otras etapas de gestación. Son 134 países trabajando en sus monedas centrales digitales. Son 134 países trabajando en sus modelos de control total. Es solo cuestión de tiempo para que el Gran Hermano controle hasta el más pequeño aspecto de nuestras miserables vidas.
Despiertos o dormidos, trabajando o comiendo, en casa o en la calle, en el baño o en la cama, no había escape. Nada era del individuo a no ser unos cuantos centímetros cúbicos dentro de su cráneo. —1984, George Orwell.
Nada de esto habría sido posible sin el concurso de ese repulsivo adefesio que llamamos «educación» y que no es otra cosa que la producción masiva de esclavos al servicio de las castas parasitarias que dirigen sus vidas. Con el discurso buenista los convencen de que son parte de algo importante, de que son protagonistas de unos cambios que en efecto se dan pero que en la realidad verificable solo benefician a sus diseñadores y ejecutores.
Cuando notéis que el comercio se efectúa, no por consentimiento de sus partes, sino por obligación; cuando veáis que, con el fin de producir, necesitáis permiso de quienes no producen nada; cuando observéis que el dinero fluye hacia quienes trafican no en géneros sino en favores; cuando os deis cuenta de que muchos se hacen ricos por el soborno, por la presión, más que por el trabajo, y que las leyes no os protegen contra ellos, sino que, al contrario, son ellos los protegidos contra vosotros; cuando observéis cómo la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en sacrificio, podéis asegurar, sin temor a equivocaros, que vuestra sociedad está condenada. —La Rebelión de Atlas, Ayn Rand.
El control total será aceptado por las mayorías porque entrará en sus cabecitas revestido de buenas intenciones: los niños, los pobres, los LGBT, los indígenas, la Industria Nacional, el blanqueo de capitales y mil excusas más. Todos ellos meros instrumentos, vehículos que hacen digerible la píldora de cianuro que como sociedad tomaremos para beneficio de unas cucarachas incapaces de ganarse la vida si no es robando el fruto ajeno.
Todo eso y más es lo que nos espera en el futuro cercano. Los usuarios de tecnologías libres y monedas digitales privadas y descentralizadas serémos los últimos en caer pero también seremos presas de las hienas hambrientas disfrazadas de humanistas. Como se están dando las cosas, nadie podrá escapar del control total. La suerte está echada y nosotros perdimos.
