Anoche mientras pensaba en cómo ensamblar cuatro scripts que escribí para que funcionen en una sola terminal terminé leyendo un post de la revista Nueva Suciedad titulado «Las guaridas ocultas de los súper ricos» y por poco vomito el teclado. No sé ni para qué me desgasto leyendo esa basura bien-pensante cargada de tonterías emocionales si ya sé que no es más que la declaración de objetivos de los parásitos, la verborrea con la cual pretenden convencernos de que los demás debemos pagar por gozar del privilegio de su maravillosa existencia.
Un codicioso panadero madruga todos los días a las 3:00 am a desclarar huevos. Su jornada laboral se extiende hasta ya entrada la noche porque debe pagar créditos, proveedores, nómina, depreciación de maquinaria, impuestos y un largo etcétera de costos asociados a su negocio. Esto lo hace sin tregua durante 30 largos años de su vida y gracias a ello logra construir un pequeño patrimonio que le permite vivir con cierta holgura y tomarse unas vacaciones de vez en cuando.
Pero al echar la vista atrás se da cuenta de que ese patrimonio pudo ser mayor. ¿Qué pasó? Pasó lo que le pasa a todas las personas productivas en todos los rincones del mundo: que una gran parte de su trabajo le fue arrebatada por los políticos para enriquecerse ellos y mantener aceitada (con migajas) su maquinaria electorera, los votos que les permiten seguir robando al codicioso panadero y a su prole.
Un parásito es un ser que obtiene beneficios de su huésped sin proveerle nada a cambio. El huésped no necesita a la alimaña y sin embargo está condenado a mantenerla. Lombrices intestinales, pulgas, piojos, oxiuros, amebas y viceministros para asuntos étnicos son ejemplo perfecto de parásitos que existen únicamente para causarle daño a quienes los mantienen con vida.
Para efectos de este post los parásitos son, en primer lugar, los políticos y sus funcionarios. Ellos son quienes se llevan la tajada grande del huésped. Más los primeros que los segundos, desde luego. A los funcionarios muchas veces les toca conformarse con robarse los lapiceros de la oficina y con que el dotor les nombre a la prima en algún puestico para el cual la vergaja no está ni medianamente preparada.
Debajo de ellos hay otros parásitos de menor valía que recogen las migajas que caen de la mesa de los dotores y sus funcionarios. Para ejemplificarlo mejor imaginemos a un ñu muerto en la sabana africana. El pobre ñu exangüe es nuestro codicioso panadero. Los grandes felinos serían los políticos. A ellos les tocan los músculos, la carne pulpa y nutritiva. Cuando los gatos estén satisfechos le dejarán los tendones, los ligamentos, las aponeurosis y los huesos a las hienas. Una vez las hienas estén llenitas le dejarán el cuero, las tripas y la mierda a los buitres.
Entonces los leones que comen carnita magra son los políticos, los dotores que toman sopa sobre una mesa sucia y desvencijada, abrazan indigentes piojosos y alzan niños barrigones y mocosos para salir muy humanistas en las fotos; las hienas que comen carne de segunda, tendones y ruñen huesos mondos son los funcionarios públicos y los buitres que comen tripas y mierda son les chiques universicarios, los sindicalistas, los incestuosos indígenas, los colectivos de mujeres con pene y otras excentricidades, las Juntas de Acción Comunal, las ONGs, las Centrales Obreras y algo que llaman asambleas populares y no sé qué serán pero imagino que son un poco de vagos derrotados reunidos en un salón comunal (construido con sobrecostos del 674% con la plata que le robaron al ñu antes de tragárselo) liderados por un profesor de primaria jubilado a quien llaman «El compañero» tomando café aguado y leyendo La Política y El Estado Moderno de Gramsci sin entender un culo pero asintiendo en cada punto y aparte.
Y el ñu pague. ¿Quién lo mandó a ser tan ambicioso? Ese es el precio a pagar cuando no se estudia antropología para escribir papers que detallen el impacto que tuvo el consumo de plátano topocho en las sociedades precolombinas y su relación directa con el desaforado apetito sexual de los indígenas trans de la orinoquía. Un documento esclarecedor…

Volviendo al post de Nueva Suciedad que casi me hace vomitar sobre mi hermoso teclado, éste hablaba sobre lo que la opinión buenista y hegemónica salida de las aulas —¿de dónde más?— ha llamado: paraísos fiscales. Aquellos sitios opacos a donde las personas malvadas como el ñu envían su capital para que lo mejor de la cosecha humana, los políticos, no puedan robarlo. Tantas veces nos dijeron que robar es lo correcto que ahora nos parece execrable que alguien quiera conservar para sí y para los suyos lo que ha conseguido.
Esta contrahechura demuestra lo podrida que se encuentra la moral predominante. Lo correcto es despojar a otros del fruto de su trabajo para que unas lacras sin ningún valor vivan como reyes en mansiones y palacios. Lo incorrecto, lo egoísta, lo proscrito es pretender conservar aquello que nos costó un gran esfuerzo. Es la materialización de la distopía orwelliana donde lo bueno es lo malo, la paz es premiar el crimen, la libertad es la dependencia del Estado, la ignorancia es una cualidad y los parásitos son humanistas.

En ese repugnante vertedero de opiniones fecales llamado Nueva Suciedad se habla con todos los términos que emplean los universicarios más educados: evasión, offshore, colonialismo, desigualdad, élites globales, sociedad en su conjunto, Sur global, justicia social y demás mierda colectivista con que los coleccionistas de diplomas pretenden vivir del cuento (y del ñu madrugador). Veamos algunas de las perlas encontradas en el libelo:
[…] ¿por qué, tras un par de semanas de exposición pública, el problema de la evasión fiscal desaparece de la vista con tanta rapidez? En Offshore: riqueza oculta y nuevo colonialismo, Brooke Harrington, una socióloga que trabaja en el Dartmouth College, propone una respuesta a esta pregunta. Parte del problema, sostiene, es la cultura del secretismo que impregna los paraísos fiscales y otras jurisdicciones extraterritoriales. Con mucha frecuencia simplemente se olvida que los paraísos fiscales existen. Esto no es una falla sino una característica del sistema, diseñada por los políticos, legisladores y profesionales que permiten la elusión y la evasión fiscales.
Analicemos las negritas. En el título del libro podemos advertir que para la dotora el patrimonio de las personas debe ser transparente. La riqueza oculta es un problema. Fíjese que después emplea el concepto cultura del secretismo de forma peyorativa. Para los parásitos, la privacidad de los individuos es un obstáculo. Lo ideal es tener acceso a cada uno de sus movimientos, conocer cada una de sus actividades y el resultado de ellas. Solo así pueden garantizar que los exprimirán al máximo dejándoles solo lo suficiente para que sigan con vida y tributando, o sea manteniéndolos.
Lo que sigue es digno de estar en la entrada de cualquier universidad letrinoamericana. Algo así como «Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate». Con mucha frecuencia simplemente se olvida que los paraísos fiscales existen. Esto no es una falla sino una característica del sistema, diseñada por los políticos, legisladores y profesionales que permiten la elusión y la evasión fiscales.
¿Quién que viva en un infierno fiscal va a olvidar que existen los paraísos fiscales? Es una dualidad simple, la entiende cualquier persona que no coleccione cartones insignificantes: luz y oscuridad; día y noche; infierno y paraíso. Acaben los infiernos fiscales que los paraísos desaparecen solitos.
Y termina con una frase que hace helar la sangre de cualquiera que pretenda ser libre. En ella habla de unas personas que permiten la elusión y la evasión, es decir que facilitan, según ella, la comisión de un delito. Como ella es dotora, ergo vive del cuento y la financia (a la brava) el pobre güevón que madruga a desclarar huevos, pues considera que el delito es no dejarse robar. Supongo que en su próximo paper analizará cómo los ciudadanos que impiden las violaciones afectan la libre expresión de los románticos violadores. Subamos el IVA al 35% para financiar esa investigación…
[…] si estos chanchullos de los súper ricos estuvieran menos envueltos en el secreto, la gente reaccionaría con mayor indignación. […] El secretismo no solo ayuda a los ricos a eludir al recaudador de impuestos, sino que también mantiene los aspectos más injustos y perturbadores de la evasión y la elusión fiscales generalizadas fuera de la vista del público. […] la mayoría de las personas subestima enormemente el alcance de la desigualdad en sus países.
Traducción: necesitamos que todo se sepa para que nuestros sicarios salgan a quemar policías vivos. Si usted logra mantener su privacidad la gente no podrá reaccionar con indignación y nosotres, les dotores, nos quedaremos sin los fondos para financiar nuestra próxima investigación sobre el bozo de las boyacenses.
Después la dotora nos habla de los aspectos más injustos y perturbadores de la evasión. Esto merecería un libro aparte. Lo injusto, para ellos y sus kufiyas es que los pobres puedan adquirir tecnología, ropa e implementos deportivos de contrabando a un coste menor en cualquier San Andresito. Es mejor que no puedan adquirirlos por los aranceles y el IVA. Solo así podrán indignarse, salir a degollar motociclistas para que todos vivamos mejor y para que ellos, los intelectuales, los verdaderos cobradores de las matanzas, los secuestros y las bombas puedan seguir escribiendo sobre la menstruación de las gallinas. ¿No es hermoso el humanismo?
Y termina con el mantra del universicario letrinoamericano: la desigualdad. El monstruo que los desvela a ellos que son la mata de la productividad. En su artículo la dotora nos habla de la terrible desigualdad de Nueva York, Islas Caimán y Luxemburgo. Si llegó hasta aquí debe estar leyendo esto con la camisa vomitada, lo sé, perdóneme. En su escrito ella aclara que aquellos son de los Estados más ricos en el mundo en términos de ingreso per cápita pero ella les ve un enorme problema: que esa riqueza se reparte de forma desigual. ¡Terrible!
Los parásitos encuentran la desigualdad de Nueva York, Islas Caimán y Luxemburgo aterradora y la igualdad de La Habana, Caracas y Managua encantadora. No debemos juzgarlos, son el fruto de la educación. ¿Acaso todos no creímos alguna vez que en Cuba eran felices porque los estudiantes no pagaban nada en las universidades? Esa absurda idea solo desaparece cuando uno conoce La Habana y habla con los cubanos de a pie, los desenchufados. Después de eso se entiende que la educación en el comunismo no es otra cosa que la preparación de mano de obra esclava al servicio de la casta.
Vamos al último párrafo y cerremos esto porque estoy a punto de tirar el laptop por la ventana y me da pesar porque el solo IVA me costó un mes de sueldo del Vicesecretario del Viceministerio del Deporte Encargado de la Socialización de las Normas Para El Establecimiento de la Liga Nacional del Poder Popular Para el Billar Subacuático. Me mamé…
[…] Mauricio, una nación insular al este de Madagascar, es hoy un importante paraíso fiscal para inversiones corporativas que fluyen hacia África y la India. En el momento de su independencia de Gran Bretaña en 1968, el futuro económico del país parecía sombrío; la economía mauriciana había dependido durante siglos del cultivo de caña de azúcar, llevado a cabo principalmente por personas esclavas. Luego de la independencia, Mauricio expandió sus actividades al turismo y los textiles. El primer contacto de la isla con el capitalismo deslocalizado llegó bajo el formato de una zona económica especial (ZEE) –un área geográfica limitada dentro de un espacio mayor donde se reducen los impuestos y se hacen más laxas las normativas laborales y ambientales para atraer a inversores–.
Pobre Mauricio. Podríamos inferir que el país estaba mejor antes de diversificar su economía y atraer la inversión. Llama poderosamente la atención que la dotora encuentra negativas las medidas que el país tomó y que llevaron a sus ciudadanos a comer variado. Como ellos son formas sin fondo, los resultados les son indiferentes. El mejoramiento del ingreso no importa si ello controvierte su ideología, en la cual, lo deseable es la igualdad material así la matemática nos haya demostrado una y otra vez que solo se puede igualar por lo bajo. No podemos ser iguales al corredor más rápido, solo al más lento.
Y después sigue hablando de Panamá y de un tal Contrato Social que quizás ella firmó pero yo no y más y más mierda sensiblera que solo busca sembrar la duda sobre aquello que medio funciona y que con todo y sus defectos es infinitamente mejor que la contraparte. Solo en la cabeza de un malparido intelectual es posible que el 25% de pobreza en Panamá sea un fracaso estrepitoso del modelo pero un 90% de pobreza en Venezuela sea un éxito. Me toca hasta aquí, no puedo más.