He llegado a un punto de mi vida que cada día me gusta más: el punto en que no quiero ni necesito tener seguidores para sentir que existo. Sé que existo, sé quién soy, sé lo que he logrado hacer con mi vida y no necesito testigos ni fisgones que validen mis resultados. Las únicas personas que tienen que dar fe de mis asuntos son el contador, los notarios, los bancos y los validadores de blockchain. Todos los demás están mejor ignorando la persona en que me he convertido.
¿Por qué debería tener seguidores?
No soy un puto profeta, ni un gurú, ni una fuente de consulta, tampoco una celebridad. Soy alguien para mí y para mis muy cuidadosamente elegidos cercanos pero no soy nadie para otros y eso me encanta. ¿Por qué debería tener seguidores? Todo lo que hago lo hago en silencio, sin crédito, sin reconocimiento, sin aplausos ni abucheos. Es la vida digital perfecta: siempre estoy en línea pero soy invisible. Tengo la capacidad de revelarme selectivamente al mundo y volver a desaparecer sin dejar hilos comunicantes.
Como hace muchos años no tengo redes sociales no vivo en sus cloacas infectas revolcándome en el drama innecesario, en los chismes infantiles ni en la imperiosa necesidad de aprobación y reconocimiento. Las tuve, sí, y por eso sé lo patético que fui. Yo también subí fotos del lugar donde me encontraba para darle alivio al dolor de una autoestima en ruinas. El trabajo de construir la valía propia me costó mucho tiempo y dinero pero lo conseguí.
La mayoría de las personas que tienen redes sociales están enfermas. Media humanidad lo está. Lo más triste es que no hay suficiente Prozac para calmarlos a todos ni suficientes manicomios para encerrarlos. Quien sube una foto en el gimnasio es una persona digna de pena, de conmiseración. Es una persona enferma que precisa de tener seguidores y aduladores para no colgarse del cuello con una sábana. No pocas personas se han quitado la vida por sentir que no reciben la suficiente atención en sus redes.
Y lo sé porque yo también estuve enfermo, yo también fui un individuo patético, minúsculo, triste y lamentable pero para mí sí alcanzó el Prozac y no alcancé a llegar al manicomio. Con el tiempo, elegí tener amigos a tener seguidores; elegí tener vínculos reales a vínculos virtuales y como soy adulto, entendí que al elegir algo debía renunciar a las opciones descartadas.
El drama, el ridículo drama.
Hace poco me enteré de un drama patético que tuvo lugar en una red social y que involucró a un par de personas que conozco. Una absoluta imbecilidad del tipo más clásico, del tipo que involucra cuentas fake, información aparentemente secreta como un número de teléfono y amenazas que de poderse cumplir con facilidad no serían el epílogo del proceso sino su punto de partida.

Las criaturitas involucradas en este ridículo drama están sobre los 40 años. Llevan al menos la mitad de la vida en redes sociales y aún no las entienden. No han entendido que es mejor tener paz que tener seguidores y por eso eligen exponerse a situaciones ridículas, patéticas e incómodas. Por su enfermizo afán de acumular falsas admiraciones aceptan las solicitudes de cualquiera dejando sus vidas en una vitrina fácil de escrutar.
Cualquiera que sepa algo de Osint sabe que cuando queremos investigar a Juan el punto de partida, por ningún motivo, debe ser Juan. Debemos comenzar con algunos grados de separación e ir acercándonos de forma expuesta pero sutil. Cuando llegamos al objetivo, a Juan, ya hemos creado la confianza necesaria para pasar inadvertidos.
Solo así podremos llamar la atención del objetivo quien, al ver que somos cercanos a sus cercanos, morderá el anzuelo. Así se hacía en la Internet de los años 90 y se sigue haciendo 30 años después porque si bien es cierto que cambió la tecnología y cambió la seguridad de los sitios y las apps también lo es que hay algo que no ha cambiado: la estupidez de los usuarios.
La mayoría de fraudes en Internet no se cometen porque el atacante tenga grandes habilidades informáticas. Se cometen porque cuentan con información que de una u otra forma han obtenido de los mismos usuarios, es decir, que la mayoría de fraudes se cometen por parte de los mismos seguidores de los usuarios o por personas cercanas a ellos. Siendo así, una persona que no tiene seguidores (como yo), ya ha reducido considerablemente las posibilidades de convertirse en víctima.
Desaparecer.
No es necesario desaparecer de Internet. Basta con desaparecer de la vista de los internautas. Usted necesita Internet para trabajar, para comunicarse, para aprender, para ganar dinero… Lo que no necesita es seguidores. Salvo que su misión sea llevar a su pueblo a La Tierra Prometida usted no necesita tener seguidores. Con los amigos reales que tiene en su teléfono ya tiene suficiente interacción humana. Usted no es una puta Kardashian ni lo será nunca. ¡Entienda!
Desaparezca del ojo escrutador de Internet y muchos de sus problemas desaparecerán. Hace años no recibo llamadas extorsivas ni intentan robarme con mensajes de texto en los que me informan haber ganado un premio. Eso dejó de pasar cuando dejé de tener seguidores, cuando dejé de informarle al mundo lo que hacía, lo que tenía y en dónde estaba.
No permita que cualquier persona pueda acceder a usted. Usted no es un cura que tiene que abrirle la ventanilla del confesionario a cualquier aparecido. Sea selectivo. Filtre. Esté disponible solo para aquellos que de verdad quiere estarlo. Sea el dueño de sus datos, sea el dueño de su exposición.
Si por algún motivo tiene que tener cuentas en redes sociales, porque su actividad económica así se lo exige, no permita que su información personal se filtre. Si lo que usted vende es repuestos para hornos no tiene ningún sentido que comparta las fotos del grado de su hijo. Sus seguidores no son sus amigos, sus seguidores puede que algún día lleguen a ser sus clientes y también pueden convertirse en su peor pesadilla si cuentan con la información necesaria. No lo permita, no sea imbécil.
Sáquese de la cabeza la torpe idea de que tener seguidores lo beneficia. No es así. Sus seguidores, sean 100 ó 100.000 no valen nada si el propósito no es comercial. Los likes que le dan en sus delirios de diva/o son meras cortesías. A sus verdaderos amigos no les interesa auditar su vida al segundo. Esa información le sirve es a sus enemigos y a sus malquerientes. Madure, crezca ya.
Por donde se mire, tener seguidores es una muy mala idea. Pero el mundo enloqueció y ahora lo extraño es proteger la privacidad. Eso es lo raro en una sociedad mendicante de atención que ama la transparencia pero no, no es así, lo que pasa es que todos ellos están locos y lo están arrastrando con ellos. No lo permita. No les dé ese gusto. Sea silencioso como una sombra y no permita que ni siquiera su éxito haga ruido. ¿Para qué cacarear que puso un huevo? ¿Acaso quiere que el zorro venga por él?
