Por estas ridículas fechas casi todo me fastidia. De por sí, con los años me he vuelto tan tolerante a las idioteces como lo era Stalin pero estas fechas —absurdas, innecesarias y empalagosas— exacerban mi intransigencia. A eso hay que sumarle el profundo desprecio que me produce América Letrina, su horrible gente y sus abominables costumbres. Estoy a nada de entrar a una embajada angloparlante gritando: ¡Sáquenme de esta mierda!
Salgo a la calle y por poco me atropella una puta moto de bajo cilindraje. Las hay por miles, por millones. Van en todas las direcciones y están por todas partes: sobre las aceras, en contravía, sobre los puentes peatonales, debajo de los camiones (esas me gustan), sobre las cebras; bajando, subiendo, atropellando, dañando, escupiendo, meando, matando. ¡Maldita sea sáquenme de esta mierda!
Las motos de bajo cilindraje las conducen los homúnculos, los errores genéticos que habitan las tierras palúdicas del trópico. El mototaxista colombiano es la prueba irrefutable de la inexistencia de dios. Los teólogos podrán intentar sus maromas dialécticas para refutarme pero no podrán hacerlo. Sencillamente son existencias excluyentes: una fuerza creadora perfecta, como se supone que es dios, no podría haber creado un ser tan ordinario, vulgar, grotesco, dañino e innecesario como el mototaxista colombiano. Uno a otro se anulan y, puesto que podemos probar la existencia del mototaxista, por puro silogismo podemos descartar la existencia de dios.
The world slowly decays / Destruction fills my eyes / Harboring the image / Of a spiraling demise / Burning winds release their fury / Simulating judge and jury / Drifting flurries of pain.
Detrás del mototaxista casi siempre va el domiciliario de arroz chino dispuesto a matar a quien sea con tal de que la lumpia llegue caliente a su destino. Si su propia madre se atraviesa se la carga sin remordimiento. Si la que se atraviesa es la madre de otro, entonces el malparido se la despacha con gusto. Son asesinos naturales. Solo ellos importan. ¿Normas de tránsito? Eso no va con ellos. Es su ciudad, son sus calles. Nadie les va a decir cómo conducir, en dónde estacionar y mucho menos que se detengan ante una luz roja. Las multas no les preocupan pues total no las van a pagar…
Entre domiciliarios de arroz chino y mototaxistas se entreveran los fleteros, los atracadores y los sicarios. A veces un mismo motociclista de bajo cilindraje ejerce todos los oficios: es mototaxista pero si su pasajero lleva algo de valor, lo roba. Y si opone resistencia, lo mata. En ese caso es mototaxista, atracador y sicario. Son multitarea los asquerosos.
También son un problema ambiental. Del culo del homúnculo sale metano y del exhosto de la moto sale monóxido de carbono. Ellos son los únicos responsables del calentamiento global, del cambio climático o como quiera que le llamen a ese cuento chino. Si queremos preservar la vida en el planeta debemos cuanto antes aniquilar esa plaga.
Y ni hablemos de su impacto en la salud pública: los cascos que usan están llenos de piojos, ladillas, ñatos, bacterias, virus, priones, protozoos y hongos. Lo mínimo que obtiene quien use un casco de esos, si le va bien, es dermatitis seborreica.
Y por estas fechas se alborotan. Siempre conducen como los salvajes que son pero por estos días conducen peor porque conducen borrachos. Indio gustar navidad. Como la época obliga a aumentar el gasto están desatados. Necesitan hacer más carreras, llevar más lumpias y atracar más transeúntes. Si hay que sacar una promoción de sicariato 2×1 pues se saca. Lo importante es estrenar ropita el 24, emborracharse hasta cagarse en la ropa nueva y quemar pólvora, mucha pólvora.
Y aquí vamos con las costumbres de esos malparidos. Parte constitutiva de su personalidad aborrecible. Si algo le gusta al homúnculo latino es todo aquello que cause dolor, tristeza, angustia y destrucción. La pólvora les encanta porque vuela extremidades y mata animales. Indio gustar pum pum. Los espectáculos con animales les fascinan. En especial aquellos en los cuales se les infringe dolores inenarrables y tormentos indecibles. Corralejas, toreo, coleo, peleas de gallos. Todo aquello que lastime, hiera y mate les complace. Indio gustar sangre.
Si en una pelea de gallos un ave le saca los ojos a otra con las espuelas eso se convierte en la anécdota de sus insignificantes vidas. Saldrán de la gallera a contarle a los demás homúnculos el gran momento que pasaron. Contarán lo sucedido con una sonrisa en el rostro. Les divierte el dolor de otros. No nos hablemos güevonadas: quizás seamos de la misma especie pero no somos iguales.
Nothing here remains / No future and no past / No one could foresee / The end that came so fast / Hear the prophet make his guess / That paradise lies to the west / So join his quest for the sun.
Yo a veces siento que no puedo pasar más tiempo junto a estas lacras hijueputas. Su sola existencia me mortifica. Ya ni siquiera tengo que verlos abusando de los demás: con solo verlos me basta para querer apretar el botón rojo que acabe con todo, reinicie esta porquería y libre a las futuras generaciones de coexistir con esas pilas de mierda.
A mediados del siglo pasado América estalló dos bombas atómicas en Japón y los nipones se vengaron inundando el mundo con motocicletas de bajo cilindraje. Estoy seguro de que en alguna bóveda secreta en medio del pacífico hay un documento clasificado que contiene la lista de materiales, los planos y el procedimiento para crear un mototaxista. Contrario a lo que se piense, el estiércol no puede ser uno de los ingredientes pues no habría suficiente en el mundo para crear al motociclista colombiano…

En cualquier momento del año, de día o de noche, es asfixiante salir a la calle en América Latina. Es una jungla donde no se cumple ninguna norma. Ni siquiera las leyes físicas se cumplen pues a veces un homúnculo, cagado de la borrachera, se estrella en su moto a toda velocidad contra un árbol y al cabo de unos minutos se para, escupe 2 ó 3 dientes cariados, se sube de nuevo en la moto y se va a seguir luchando por sus derechos. Ni la segunda ley de Newton se cumple en estos cagaderos.
Cualquier día es un infierno en América Letrina pero en estas fechas empeora porque los salvajes están desatados. Alguien les dijo que por estos días debían consumir más de lo habitual y ellos lo creyeron. Hasta el 6 de enero harán lo que tengan que hacer para estrenar ropita, emborracharse y pagar la entrada para ver animales siendo torturados hasta morir. ¿Y por qué no? ¿Acaso no tienen derecho?