De un tiempo para acá he notado que casi todas las noticias son malas noticias. No sé si lo que cambió fue la realidad o que yo me saturé de ella. El hecho es que he decidido dejar de contaminarme (y contaminar a otros) con esa mierda fétida y tóxica.
El mercado de la angustia.
Llevo años comenzando mi día consumiendo noticias y café. No bien despierto en la mañana sirvo una gran taza de café y me siento frente al ordenador para revisar los medios con los que siempre me intoxico informo.
Pero de una semanas para acá he sentido que mi energía se drena a medida que leo las malas noticias que ya no son exclusivas de la crónica roja sino que comienzan desde la portada.
Maltrato animal, asesinatos, secuestros, violaciones, extorsiones, accidentes, corrupción, narcotráfico, desapariciones, invasiones, mutilaciones, bombardeos; malas noticias por aquí y por allá. Pareciera que los medios abandonaron el negocio de la manipulación información y se dedicaron de lleno al muy lucrativo mercado de la angustia.
Porque es la angustia la que engancha al junkie y lo mantiene recargando la página como un poseso incontenible. Las malas noticias se entregan a medias y se finalizan con el adictivo «Noticia en desarrollo». Se dice que hubo 6 muertos en zona rural de Envigado pero no se dice quiénes fueron las víctimas, quiénes los asesinaron ni por qué. El lector queda impactado y quiere saber más pero por ahora tendrá que conformarse con eso.
El complemento de la noticia vendrá después. Para obtener esa información que sacie la morbosidad curiosidad hay que volver a la página unas horas más tarde, registrar otra visita y hacer nuevos clics que servirán para cobrarle un poco más a los anunciantes del medio. Más visitas y más clics es más plata para los dueños del medio de enajenación. Solo eso importa.
Y los usuarios nos prestamos para esa imbecilidad creyendo que eso nos mantiene informados. Pero no, nos mantiene es infoxicados. Envenenados. Atemorizados. Estresados. Embrutecidos llenando nuestras cabezas de negatividad. Sí, el mundo es una puta mierda, ya lo sabemos, no es necesario confirmarlo cada día a primera hora de la mañana. No nos hace ningún bien comenzar el día viendo a un sujeto cosido a plomo dentro del maletero de un carro con un letrero que cuelga de su cuello y que dice «por sapo».
Por eso he decidido eliminar todas esas fuentes de los favoritos del navegador y del lector RSS. En adelante solo cosumiré noticias relacionadas con mis actividades económicas y con mis aficiones. Tampoco volveré a compartirle malas noticias a mis allegados. Los medios pueden seguirse lucrando con la angustia de sus consumidores, no puedo impedirlo, pero de mi salud mental no obtendrán un miserable peso.
Hasta aquí llegamos, putos mercaderes de tragedias.
