Contra el Fediverso

Creo que sé un poco de tecnología pero confieso que no tenía ni idea de lo que era el Fediverso. Hasta hace poco era algo que no me despertaba ningún interés, como conocer Haití. Leyendo algunos blogs vi que muchos de sus autores hablaban de ello —y, cómo no, promocionaban sus perfiles— pero no fue algo que me causara curiosidad hasta que de tanto verlo aquí y allá decidí investigarlo y terminé abriendo una cuenta.


¿Qué es el Fediverso?

Su nombre proviene de la unión de las palabras federación y universo. Las dos se me hacen rimbombantes para lo que en realidad es. ¿Universo? ¿En serio? En fin, el Fediverso no es otra cosa que una red descentralizada de servidores (llamados nodos o instancias) en donde los usuarios pueden unirse a ellos e interactuar con los otros.

En resumen son plataformas de redes sociales y de contenido descentralizadas e interconectadas entre sí. Es como si usted desde Facebook, la cloaca más puerca, pudiera interactuar directamente con las publicaciones de alguien en X (otro sumidero) sin crear una cuenta en ésta última.

Suena bien, ¿verdad? Claro que suena bien. Todas las tonterías suenan bien al principio. Por eso las hacemos. Si sonaran mal nos abstendríamos de hacerlas. Pero una cosa es la descripción del producto y otra el producto en sí y lo que hay en el Fediverso es solo copias, réplicas de lo que ya hay en otros sitios: contenido corto, reflexiones que pretenden (sin éxito) ser profundas, aspiracionismo, memes por trillones y mucha pero mucha autopromoción.


Contra el Fediverso.

Estoy contra el Fediverso porque es más de lo mismo. Es cierto que la descentralización es una cualidad invaluable, que detrás de ello no hay empresas dedicadas al tráfico de datos, la publicidad y la manipulación ideológica y política en beneficio de quienes puedan pagar sus tarifas pero tiene un enorme defecto: es más de lo mismo.

Y más de lo mismo quiere decir redes sociales, que son más bien redes egóticas: espacios virtuales donde las personas se encuentran para promocionarse a sí mismas, para darse autobombo y para implorar ser vistos por otros. Vitrinas modernas donde el pavo real digital despliega su colorido plumaje para atraer la atención de sus desdichados pares.

Y eso es triste y patético sin importar en donde se haga. A despecho de que el amo Mark no esté detrás del servidor central extrayendo sus datos y vendiéndolos a una multinacional que fabrica supositorios, lo triste es la imperiosa necesidad de ser vistos, admirados y aplaudidos por otros. Son dos problemas en realidad y el Fediverso solo resuelve uno de ellos porque no hay descentralización que pueda resolver una baja autoestima.


Mi corta estancia.

Saqué una cuenta en Mastodon para probar el tal Fediverso. Lo que encontré fue un Twitter sin Musk pero un Twitter a fin de cuentas. Hasta la interfaz gráfica es idéntica. A sus creadores no les molesta la inmediatez, el contenido corto e insustancial, el scroll infinito ni las fake news. Solo les molesta Musk.

Estuve muy poco tiempo en el tal Fediverso y no encontré nada que no tuviera ya en mi cliente RSS y en mi correo electrónico. Por el contrario, encontré cosas que no quiero tener ni en mi cliente RSS ni en mi correo electrónico: «crecieron mis tomates», «mi gato cazó un ratón», «[meme de la niña que provoca un incendio]», «Black Lives Matters» (only black lives matters, of course) y un sinnúmero de cosas a las que no puedo ni quiero dedicarles tres segundos de mi vida.


Contra el Fediverso


Al final terminé haciendo lo que siempre hago cuando intento probar las novedades de Internet que no son otra cosa más que sutiles variaciones de los servicios insulsos que tanto aborrezco: eliminar la cuenta y dejarme de tonterías infantiles. Me pasó con Nostr en donde solo encontré pavoneos y me pasó con Mastodon. Lo que sí es seguro es que no pasará una tercera vez.

 

Temas: Minimalismo, Personal
J. Inversor

Escrito por:J. Inversor Otros posts del autor

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