Ya salió la nueva red social del amo Mark con la cual busca competirle al amo Elon en su altruista labor de embrutecerlos (aún más). Encomiable labor si tenemos en cuenta que, ahora la masa cerril, cuenta con un nuevo espacio —¿gratuito?— donde exponer sus miserias. Legiones de tontos y tontas egotistas ahora podrán hacer exactamente lo mismo que hacen en las otras redes: desnudar su inveterada inseguridad y, en busca de zalemas, exṕonerse al escarnio. Ayer, en su primer día, la nueva cloaca recibió la bobadita de 30 millones de usuarios. ¡Corran que los dejan por fuera!
El nuevo embeleco se llama Threads, que traduce hilos. Bien podría llamarse Treads que traduce pisadas porque de eso se trata. Millones de enajenados pisándose unos a otros tratando en vano de demostrar su valía. El idiota contemporáneo se humilla a sí mismo exponiendo sus miserias y a eso le llama amor propio. Entre el cáncer de la autoayuda, y el tifus de la hiperconectividad, lo convencieron de que sus raquíticos logros son epopeyas dignas de admiración. Y de ahí no lo saca nadie.
La nueva herramienta será más de lo mismo. Tal vez sean más caracteres, o menos; posiblemente con videos más largos, o más cortos; con algún tipo de recompensa (como el like) que enganche al junkie digital. Entretenimiento barato (para gente barata). Es tragicómico en lo que nos convertimos. Y pensar que un simio como nosotros descubrió la penicilina…
Las personas tardan 6 meses en leer un libro porque están muy ocupadas viendo memes. Eso y tratando de convencer a otros de que sus vidas son de ensueño. 50% memes, 50% tratando de sobrellevar el complejo de inferioridad. En eso se extinguen sus miserables existencias. ¿No es más barato ir al psicólogo?
Sin embargo, hay que verle el lado bueno. La nueva red social es una oportunidad para mostrarle al mundo que viajan y comen sushi. Eso es importante y valioso.
Por supuesto que las personas le muestran al mundo sus autos, sus rutinas de ejercicio, los viajes que hacen, los alimentos que consumen y los licores que ingieren porque quieren inspirarlos. No es porque quieran presumir, de ninguna manera. ¿A quién se le podría ocurrir que en realidad se trata de compensar una lacerante convicción de inferioridad? Ni pensarlo. Es filantropía pura.
También hay que entender que los amos Mark y Elon compran o fundan estas empresas, con costos de operación millonarios, para que las personas se entretengan sin cobrarles un centavo. Desde luego. Ellos solo quieren darle al mundo un poquito de felicidad. Si tengo un hijo le llamaré Hashtag Markelon.
No he abierto cuenta allí (desde luego), pero puedo apostar un riñón a que esos 30 millones de estúpidos ya están participando en las dinámicas tipo: «sube una foto defecando y te diré qué signo zodiacal eres». Son tan predecibles. Y tan tristes, tan solitarios y desesperados que si no fuera por la salivación profusa y por los piojos les daría un abrazo.
Sube una foto con tu último logro académico →el atacante queda sabiendo la profesión; ahora sube una foto de tu último cumpleaños →si en el pastel o en la pared está el número el bandido queda sabiendo la edad exacta; comparte una foto de tu setup →el investigador ya conoce cuál sistema operativo usa. Datos, daticos valiosos que regalan los enfermitos del síndrome Kardashian. Lo digo en masculino por espacio pero son los y las (ah, sí, y les, per poco les olvide).
Cuesta creerlo pero la herramienta más poderosa jamás creada por el hombre, Internet, el mayor prodigio del siglo XX, los volvió infinitamente imbéciles. A veces da grima pertenecer a la misma especie.