El wokismo, wokeismo, bien-pensantismo o la tontería woke a secas es la ideología predominante en los círculos académicos, políticos e intelectuales de occidente. Es un credo bobalicón y un discurso sensiblero enarbolado por adultos incapaces, improductivos e infantilizados. Algunas de sus principales herramientas son la reasignación semántica y la reinterpretación histórica. Veamos un poco más de esta tara.
En sus comienzos la ideología woke fue una respuesta a la violencia y la discriminación sufrida por los negros en los Estados Unidos. Nadie niega lo absurdo y detestable que es el racismo y la segregación. Es una completa idiotez adjudicarnos valor de acuerdo a nuestros melanocitos habiendo tantas variables objetivas por calificar. Sin embargo, a esa justa (y obvia) causa adhirieron toda laya de oportunistas que pervirtieron el propósito original del movimiento y convirtieron al wokismo en lo que hoy solo puede llamarse la tontería woke.
Pasamos de exigir que los derechos sean realmente para todos y no tengan en cuenta el pigmento cutáneo de quien los requiera, a demandar que el tío Alfredo sea reconocido como una cabra. Decir que las mujeres no tienen pene, que si alguien nació humano es, en efecto, humano —por más que se ponga orejitas de peluche— o que el sistema político que más muertes ha causado no ha sido el nazismo sino el comunismo es casi un crimen que, en un mundo dominado por la tontería woke, se paga con la cancelación.
Cultura de la cancelación.
Como la tontería woke es mayoría se arroga el derecho de validar o rechazar la opinión ajena. El escenario donde se puede ser aplaudido o cancelado son las Letrinas Sociales. Con casi 4.000 millones de usuarios embrutecidos, las redes sociales han sido el agar donde crece el nuevo totalitarismo. Como nadie quiere ser fustigado por una legión de payasos energúmenos, lo más fácil es callarse o suscribir las tesis de esos idiotas por disparatadas que sean.
Si usted fuera caminando por la calle, digamos a las 10:00 am, y a lo largo de su trayecto unas 100 personas lo saludaran con un categórico: buenas noches don X, con toda seguridad usted comenzaría a dudar de la luz del día que ven sus ojos. Eso mismo ocurre con las Cloacas Sociales y la tontería woke.
Todas las personas que no fuimos amamantadas con ácido muriático sabemos que las mujeres no tienen pene y que si alguien nació humano no puede convertirse en una jirafa pero pocos se atreven a decirlo porque, aunque la verdad biológica sea algo de difícil refutación, la mayoría woke decidió que la biología es un pesado lastre que debe ser reemplazado por sus ingrávidos delirios infantiles.
De tanto repetir las idioteces de su credo demencial han sembrado la duda. ¿Será posible que Roberto haya nacido en el cuerpo equivocado? ¿Seré un execrable fascista por creer que un hombre vestido de mujer sigue siendo un hombre? Se pregunta el pobre espectador confundido. En el fondo todo el mundo sabe que las tonterías woke son pura mierda pero el efecto rebaño obra bien. El individuo sacrifica su libertad para no contrariar a la masa y al final termina convertido en uno de ellos. ¿Qué más pueden hacer los pusilánimes sino adaptarse?
Esta cultura de la cancelación es promovida por los dueños de los albollones sociales. No es que ellos crean esas idioteces de la tontería woke. De ninguna manera. Lo que ocurre es que sus enormes fortunas se crearon, se mantienen y siguen creciendo haciéndole creer a los idiotas que su opinión es valiosa, que su voz es válida. Su negocio es hacerle creer a los insignificantes que son tenidos en cuenta. ¡Y vaya si es buen negocio!
Los dueños de esos basureros donde se congrega la hez humana son pragmáticos y si los rebuznos de los wokes llenan sus cuentas bancarias, esos rebuznos serán amplificados. Cuando dejen de ser rentables serán ignorados. La palabra negro, por ejemplo, produce más suspensiones en Facebook que cualquier otro vocablo. No es que Zuckerberg sea un adalid de la justicia social, es que su algoritmo descubrió que censurando a 1 captura la atención de 200 y fideliza a 100.
Los nuevos activistas.
La ideología woke pasó de ser enarbolada por Martin Luther King en su recordado discurso «Remaining Awake Through a Great Revolution» de 1965 a ser representada por sujetos que caminan semidesnudos por las calles sacudiendo sus genitales frente a un público de todas las edades.
La forma de protestar contra las injusticias del mundo es avergonzándose a sí mismos frente a multitudes que se burlan en silencio de su patética ridiculez. Es como si alguien quemara su propio ombligo con una cuchara caliente para castigar a sus enemigos.
Pero esta fauna no está conformada solo por mentecatos que han hecho de su sexualidad un circo fúnebre. Este zoológico es ecléctico y variopinto. Destacan entre sus huestes los pseudointelectuales de pashmina; las feministas universicarias y sus peroratas soporíferas; los ecologistas apocalípticos que no han sembrado un solo árbol en sus vidas; millones de autodenominados artistas cuyas obras no llegan ni a artesanías; humanistas que admiran a otros humanistas como Stalin y multitudes de aspirantes a parásitos de diversos partidos políticos que quieren aprovechar el enorme potencia electoral de estos desquiciados.
Estae secta movimiento que se precia de ser diverso en realidad es bastante uniforme. Cualquier discrepancia, contradicción o comentario considerado inapropiado puede hacerlo merecedor del linchamiento social. Para el feminismo woke, por ejemplo, la mujer es dueña de su cuerpo si lo que quiere es putear en Onlyfans. Si lo que desea hacer con su cuerpo es quedar embarazada y conformar una familia ipso facto pasará a convertirse en traidora de la causa woke.
Pero la secta es generosa y le dará la oportunidad de corregir su yerro. Si esa traidora decide, al octavo mes de gestación, abortar con un gancho de ropa y estrellar su feto contra la fachada de una iglesia, será nuevamente recibida por el grupo con los brazos abiertos. Lo que nunca perdonará la organización es que una mujer cocine algo para su novio. No hay forma woke de expiar esa culpa.
Los gobiernos europeos han sido, desde siempre, la vanguardia del wokismo. Y hoy recogen sus bien merecidos frutos. Países otrora organizados ahora sumidos en el caos y el desorden. Invadidos por individuos de culturas y religiones que odian a sus anfitriones. ¿Por qué migran hacia países cuya cultura aborrecen y cuya religión es contraria a su credo? Porque están aprovechando el buenismo multicultural de los idiotas woke. Los invitados se están apropiando de la cultura, las costumbres, la economía, los territorios y la religión. Algún día todo les pertenecerá y El Vaticano será una mezquita.
La verdad detrás.
Detrás de la tontería woke están los parásitos progresistas. Wokismo es marxismo sin armas, marxismo light. Totalitarismo empujado con vaselina. Como casi nadie quiere empuñar las armas e irse a la selva a «luchar» —más contra el paludismo que contra el supuesto enemigo— el wokismo llegó para reemplazar el ideal romántico de la robolución social.
Hace alrededor de un siglo un charlatán llamado Antonio Gramsci, fundador del partido comunista italiano, ya hablaba de implantar el marxismo, o bien a través de las revueltas sangrientas, o bien a través de la conquista de todos los espacios de la cultura. ¿Y qué necesitaban para ello? Pues, primero que todo, hacerse con ese grotesco embeleco adoctrinante que eufemísticamente llamamos educación.
Gramsci consideraba al maestro como un dirigente social, un especialista político que trabajaba en el campo de la domesticación educación difundiendo la ideología que formaría al hombre nuevo (aquel que es feliz con una libreta de racionamiento). No difundiendo la biología, la química, la geometría o la aritmética, no, difundiendo la ideología…
En esto de la tontería woke entonces tenemos dos intervinientes. Los instrumentalizadores, que cobran los copiosos réditos de los sainetes que los tarados pueriles llaman luchas, y los intrumentalizados que hacen el rídiculo exhibiendo sus miserias para que los primeros vivan como reyes.
Si los papanatas wokes no pasaran tanto tiempo insertando cosas en sus rectos para escarmentar a sus enemigos, podrían leer algo de historia y descubrir que aquellos que los instrumentalizan también son admiradores de quienes otrora enviaron a sus pares a los campos de concentración. El Gustavo Petro que los abraza en sus marchas también es admirador del Fidel Castro que los esclavizaba en sus gulags. ¿Cómo pueden ser tan estúpidos y no saberlo?
La resistencia.
Los individuos libres pasaremos por la vida sin ser alcanzados por el wokismo. Los cobardes, en cambio, tarde o temprano, quieran o no, tendrán que adherir al credo dominante. No habrá para ellos otra forma de vivir que no sea asentir ante cada afirmación por ridícula y absurda que sea.
Esta no es la visión de un futuro distópico. Es la descripción de un presente comprobable. A cada uno de nosotros lo han intentado convencer de que la biología es una impostura fascista, que existen más de dos géneros y que, al margen de nuestra inmodificable naturaleza, podemos convertirnos en cualquier cosa que se nos ocurra y así debemos ser reconocidos por los demás.
Básicamente esta será una lucha de la razón contra la enajenación y mucho me temo que ganará la locura. No obstante, el hecho de que gane la locura y estemos rodeados de imbéciles, no nos obliga a enajenarnos con ellos. Yo pienso irme de este mundo sin haberme tragado una sola barbaridad de estos tunantes. Que se identifiquen como burros o como caballos si eso quieren mientras no me obliguen a montarlos.