Hoy se cumplen 420 años desde que un grupo de conspiradores católicos liderados por Robert Catesby intentaran dinamitar el Parlamento británico para asesinar al rey Jacobo I y restaurar el catolicismo en Inglaterra. Desde entonces, la fecha 5 de noviembre se ha convertido en un símbolo de la lucha contra los gobiernos opresivos.
Ese evento histórico, conocido como La Conspiración de La Pólvora no pudo llevarse a cabo. Uno de los miembros del grupo, Guy Fawkes, fue atrapado mientras cuidaba los explosivos que habían sido instalados en los cimientos del edificio del gobierno. Fawkes fue llevado al calabozo y torturado hasta que se quebró y delató a sus cómplices quienes, uno a uno, fueron arrestados y posteriormente juzgados.
El jurado encontró culpables a todos los acusados y los sentenció a muerte por alta traición. Los condenados, entre ellos Fawkes, serían amarrados y arrastrados por caballos. Sus órganos genitales serían cortados y quemados delante de ellos tras lo cual les extraerían las entrañas y el corazón. Una vez muertos, sus cuerpos debían ser descuartizados y sus partes mutiladas se expondrían públicamente para que se convirtieran en escarnio para los levantiscos y en el alimento de las aves carroñeras.
El 31 de enero de 1606 Fawkes y otros tres condenados —Thomas Wintour, Ambrose Rookwood y Robert Keyes— fueron llevados hasta el patio del Palacio de Westminster donde sería su ejecución. Sus cómplices fueron ahorcados y descuartizados antes que él. Fawkes fue el último en subir al cadalso pero estando arriba logró saltar y se rompió el cuello evitándose la agonía de la ejecución. Su cuerpo sin vida fue igualmente descuartizado y las partes se distribuyeron a las cuatro esquinas del reino para ser exhibidas como advertencia a otros posibles traidores.
El mismo gobierno instauró la fecha del 5 de noviembre como un día de fiesta que celebraba el fracaso de la conspiración. Sin embargo, el descontento popular le ha dado la vuelta a la situación y hoy es común ver a los asistentes luciendo máscaras de Fawkes quien, a pesar de no haber sido el líder de la misión, es la cara más conocida de la misma. Ya no se celebra que la conspiración fracasara, se celebra que se intentara.
Hoy el rostro de Guy Fawkes significa muchas cosas. Desde el derecho que todos tenemos a no ser espiados hasta la muy necesaria separación entre el dinero y el Estado. Sus motivaciones político-religiosas no son importantes. Ellas se entienden por el contexto de su época. Lo realmente importante es que fue una persona que desafío al poder omnímodo del Rey con una idea y unos cuantos barriles de pólvora.
Hoy desde las trincheras digitales celebramos la osadía de los 13 conspiradores diciéndole a los gobiernos, a los bancos centrales, a las grandes corporaciones y a los dueños de Internet que sobre nosotros no tienen ningún poder más allá del aparente que les dan las leyes por ellos mismas escritas. Les seguiremos pagando sus robos impuestos con sus mismas monedas Fíat sin valor. Confórmense con eso, bandidos, porque la verdadera riqueza ahora es Inconfiscable.
